EL GRUPO DE TITIRITEROS DEL TEATRO SAN MARTÍN QUE DIRIGE ADELAIDA MANGANI PRESENTA LA PIEZA DE LUIS RIVERA LÓPEZ, UN ESPECTÁCULO DIRIGIDO POR SERGIO ROWER PARA QUE DISFRUTE TODA LA FAMILIA.


 


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FUNCIONES/ Sábados y domingos a las 15 hs.

LOCALIDADES /Platea $ 120

DURACIÓN /70 minutos

UBICACIÓN / Teatro Regio - Avda. Córdoba 6056



LA VESTUARISTA PAULA MOLINA COMPARTE EN PRIMERA PERSONA DETALLES DE SU TRABAJO EN LA PUESTA DE ANALÍA FEDRA GARCÍA SOBRE LA OBRA DE ARMANDO DISCÉPOLO QUE PUEDE VERSE EN EL TEATRO REGIO.


"En la primera reunión Analía, la directora, me pidió que el vestuario no sea fiel reflejo de los años en que fue escrita la obra, 1933. Aquí no se trata de documentar aquella década: pese a que el texto mantenga algunas actualidades temáticas, otras se pierden por el paso del tiempo, y por ese motivo sí se deja entrever lo que podemos definir cómo “vestuario de época”. A la hora de diseñar el vestuario en su conjunto, me formulé el carácter de cada personaje en su individualidad, según su sociología. El tránsito que hace cada uno por la obra, los momentos más oscuros, los momentos de más luz, entre otras cuestiones. De esa forma, le asigné a cada uno un color primero, y una forma después, que necesariamente traspasa el cuerpo y pone al personaje en el espacio de su antropología.


Al momento de mi diseño, la escenografía no estaba planteada, ni en forma o color. Sin embargo, cuando Rodrigo Gonzalez Garillo se unió al equipo y surgió el diseño escenográfico, notamos que podían convivir perfectamente con el vestuario, resultando esa relación armoniosa y plástica. En los últimos trabajos desarrollé una postura cromática que me ha dado satisfacciones en lo que se refiere a puesta. Me refiero puntualmente a que entiendo el vestuario como parte de la plástica de la obra, y por eso busco una sintonía con la escenografía y entre los personajes. Este es el punto más sobresaliente de mi diseño, ya que en cuanto a forma, como lo dije antes, hay una idea de vestuario de época. Podría ejemplificar contando que Irene, la madre, viste en verdes y nos habla de creación, de matrimonio, de algo que revive, de sabiduría pero también de locura. Lito, el hijo del medio, el sabiondo, en cambio, va ganando una “iluminación” con la que sabe alumbrar a los demás. Es el fuego, la llama que inflama los corazones, representada en tonos naranjas y ocres. En el caso de Nené, la menor de la familia, puede ser serena y oscura al mismo tiempo, bondadosa y mártir, y su tránsito estará sintetizado en violeta.


En el proceso se da un intercambio con el actor sobre la visión de su personaje. Creo que es aquí donde, la mayoría de las veces, las ideas mutan hasta encontrar un punto en el medio que nos conforme a ambos, conversando y transmitiéndole mi visión, pero siempre con el objetivo de entender globalmente al personaje. En este caso, había aspectos que defendería a capa y espada, y otros (como si un actor quisiera sumar un saco en una escena) en los que pude ceder un poco, sólo un poco, y aceptar otra idea. Desde un lugar personal, ya que soy madre de un adolescente, lo que más me atrae de la obra es la relación padres-hijos y sus devenires. Inclusive, existen ciertos pasajes que no son tan demodé. Más allá de esa particularidad mía, llevar a escena el mejor texto de Discepolo (según aseguran muchos entendidos), los nervios cuando sucede el piasato, y el poder hacer teatro con un gran elenco y con una gran directora es toda una oportunidad por la que voy a estar agradecida siempre".





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FUNCIONES/ Jueves a sábados 20.30 hs - Domingos 20 hs.

LOCALIDADES/ Platea: $170 -Pullman: $120 - Jueves: $85

DURACIÓN/ 100 minutos aprox.

UBICACIÓN/ Avenida Córdoba 6056.


INAUGURADO EN 2016 CON “UN MECHÓN DE TU PELO” DE LUIS CANO, EL CICLO DE MERCURIO PRESENTA SU SEGUNDO ESTRENO. EN ESTE CASO, UNA PIEZA DE CRISTIAN PALACIOS QUE, DIRIGIDA POR PAULA BRUSCA, DESNUDA LA COCINA DEL UNIVERSO TEATRAL, Y A PARTIR DE LA QUE SUS CREADORES HACEN UNA CATARSIS DE SU PASO POR LA GESTIÓN PÚBLICA.

Desde sus primeras escenas, el espectáculo presenta a la discusión como protagonista: puestas, textos y actuaciones son tópicos debatidos por los cinco jurados de una Muestra Nacional de Teatro en el interior de la provincia de Buenos Aires, en su lucha desesperada por decidir qué obra es la ganadora. En el fragor de la pelea, llegarán a enrostrarse haberse quedado dormidos en medio de una obra, y hasta se acusarán de no saber separar una relación amorosa con un artista a la hora de evaluar su obra. “¿Pero entonces cómo hacemos?”, se pregunta uno de ellos, “porque en el fondo no se trata solamente del teatro, de tal o cual lenguaje o estética dentro del teatro, sino de la perpetua lucha de los hombres por darle algún sentido al mundo que nos rodea”, explica Cristian Palacios acerca de su más reciente pieza.

A diferencia de otras obras que montó Paula Brusca, el texto de Nacionales no se desarrolla de manera cronológica, sino que cada una de sus escenas se corresponde, de manera levemente aproximada, con una estética de las tantas que componen el universo teatral de nuestro país. Por esa particularidad, la directora se percibe a sí misma como una armadora del rompecabezas que da coherencia a la fragmentación: “Siempre utilizo esa metáfora, mi tarea es muy lúdica. Por otro lado, el espectador también terminará de armar ese rompecabezas, el que yo quiero o tal vez otro”. Para ella, el rol del director es más cercano al de un coordinador que al de una autoridad: “Se trata de entender que en el equipo tenemos distintas responsabilidades, y no distintas autoridades”. Y en ese carácter de cierta horizontalidad, la tarea parece estar facilitada por un autor generoso: “Cristian no encorseta el texto, sino que permite que una escena se corte si el director lo considera, porque para él, la obra se termina de escribir en escena”. 

“Cristian escribió Nacionales hace dos o tres años”, señala la directora. “Siempre me interesó dirigirla para reírme un poco de mi doble rol de gestión y de directora de teatro. Él se la propuso a Eva Halac y ella también se sintió identificada en su tarea, repartida entre la gestión y la realización, en la doble labor de dedicarse a hacer y a que se haga, a las que concibo como complementarias”. Además, describe cómo se conformó el elenco: “Eva propuso a Enrique (Federman), a quien asistí en una obra cuando me empezaba a interesar en la dirección, así que me parecía un buen reencuentro (aprendí mucho de ese momento); a Mariano (Bassi) lo conozco hace mucho y valoro su trabajo como clown; con Paula (Beovide) trabajamos en el Instituto Nacional del Teatro, y me parecía muy bueno que se visibilice en un contexto de producción diferente a los que había transitado; con Hernán (Vásquez) nunca había trabajado pero me interesaba hacerlo; y con Gustavo (Bendersky) ya nos conocíamos. Es valioso tener la oportunidad de pasar por la experiencia del teatro oficial, que cuenta con mejores condiciones de trabajo que las del circuito independiente, donde muchas veces el elenco debe ocuparse de otras tareas además de la actoral”.


FUNCIONES/ Miércoles a las 20.30 hs. 

LOCALIDADES/ Localidades: $ 80.-

DURACIÓN/ Duración: 60 minutos

UBICACIÓN/ Teatro Regio - Avda. Córdoba 6056


RODRIGO GONZÁLEZ GARILLO CUENTA CÓMO DISEÑÓ EL ESPACIO DE LA ÚLTIMA PIEZA ESCRITA POR UN DRAMATURGO AL QUE ADMIRA. PARA ELLO, SE CUESTIONÓ CÓMO POETIZAR Y SER CONTUNDENTE A PARTIR DE LOS AMBIENTES PROPUESTOS POR EL AUTOR.

“Analía Fedra García me pidió que trabajáramos siguiendo lo que Armando Discépolo señala en las didascalias en cuanto a respetar los ambientes, pero le dimos una mirada contemporánea sobre el espacio que implicara estilización y síntesis para, desde allí, alcanzar una nueva instancia poética. Nuestra hipótesis es que el espacio más despojado, alejado de lo realista, -y a su vez recreado con materiales nobles y fuertes, formas puras y planos extensos-, se constituye en una buena cancha para que los actores desplieguen la fuerza y emociones de este gran texto. Eso dio pie para armar un territorio y paisaje para la exposición preponderante del alma de los personajes. 


Teniendo en cuenta estas premisas, el desafío era poetizar y ser contundentes con los ambientes sugeridos por el autor. En un principio, investigamos sobre el tiempo y los mecanismos del reloj y sus partes (engranajes, agujas, cuadro y cuerdas), asociando estos elementos a la maquinaria teatral (fondo de escenario y calles laterales, torreón de tramoya, todo lo que el público no ve del escenario). La idea era, luego, cruzarlos con una casa de familia de clase media de la época con local a la calle. Así, por ejemplo, una pared extensa que pueda pertenecer a la típica casa chorizo a su vez sugiere una de las agujas del reloj, y en el paso del tiempo de la obra, un corrimiento de dicha pared deja al descubierto los mecanismos del escenario.  


Los principales elementos del montaje escénico son sus paredes altas y contundentes en sus diagonales, que con la nobleza de la madera de los muebles y el piso, puedan crear con solidez el ámbito que corresponde a esta familia dedicada al trabajo y el esfuerzo para construir un futuro de una clase. Lo anterior se completa con dos importantes engranajes de reloj a nivel del piso en la parte anterior del escenario, que al girar generan un movimiento de las paredes (pliegue, desplazamiento y elevación) para narrar el paso del tiempo, y a su vez, transformar esa estructura de apariencia sólida y exponer una fragilidad que finalmente conlleva a un futuro incierto.  


Al no diseñar un espacio estrictamente realista, desechamos algunas ideas en el camino, como llenar el espacio de muebles, cuadros, adornos o molduras, en virtud de quedarnos sólo con lo necesario para la acción dramática anulando toda opinión decorativa. Esta decisión radicó en confiar en que la obra nos permitiera una mirada espacial más contemporánea. Por otro lado, tuvimos que modificar dimensiones de algunos elementos que conforman la escenografía para mejorar la visión desde la platea y, además, porque ésta tiene que poder ser desarmada y guardada, ya que este espectáculo va a compartir temporada con una obra infantil. Al componer a partir de la síntesis explicada anteriormente, se pretende que cada objeto elegido tenga un alto nivel de protagonismo, descartando lo superfluo y con una mirada orientada a lo esencial y al servicio de los personajes y de la totalidad de la puesta.


Discépolo fue admirado por las problemáticas que aborda en su interrogación sobre nuestra identidad nacional, y por eso desde un principio me resultó un desafío vincularme con un material suyo. En este caso en particular, me interesó su visión del trabajo como tutor y núcleo de la sociedad, el amor por un oficio artesanal y solitario, las diferentes miradas generacionales contrapuestas, y, fundamentalmente, el retrato de una Argentina en crisis entre las dos guerras mundiales y la exposición de una moral. Me conmueve su vigencia en relación a una mirada hacia el futuro plagada de incertidumbre.


Es precisamente esta incertidumbre la que deseé plasmar en el espacio escénico. Asimismo, y dentro de la síntesis propuesta con la directora, trabajé artesanalmente en la elección de materiales y colores y pequeños objetos: desde una bolsa de compras a una herramienta de relojero.

En principio trabajamos la idea espacial con la directora y una vez que el proyecto escenográfico estaba adelantado interactuamos entre todos los diseñadores para discutir e intercambiar tanto elementos técnicos específicos, como acordar gama de colores, texturas, decisiones para los cambios de actos.  Y cada uno fue aportando su visión y reflexión para sumar desde su área y crear entre todos una totalidad visual y sonora".