Una mirada a la obra de los hermanos Grimm, quienes acercaron la historia de Hansel y Gretel en los Cuentos de la infancia y del hogar.

LA VOZ SOLITARIA DE LOS HOMBRES

Con un compendio de viejas leyendas populares, los hermanos Grimm encontraron la forma de observar la historia de su pueblo, que es también la historia de los hombres.

Foto Carlos Furman

Con un compendio de viejas leyendas populares, los hermanos Grimm encontraron la forma de observar la historia de su pueblo, que es también la historia de los hombres.

Los hermanos Jacob Karl y Wilhelm Grimm no fueron los autores de los cuentos maravillosos que publicaron por primera vez hacia 1812, sino que fueron los compiladores de la narrativa oral en lengua alemana que se hallaba dispersa por aquellos territorios que la hablaban. Estas narraciones eran anteriores al período calvinista, cuando las tierras germánicas eran ricas en mitología y paganismo, y cuando la violencia de esas historias era la esencia del lado oscuro religioso. 

La filosofía calvinista (profesada por la familia Grimm) se encargó de censurar esas leyendas, quitándoles ciertos visos de crueldad y sexualidad explícitos e inmanentes a cada relato. Esta censura derivaba de la convicción de que las depravaciones de la moral humana necesitan imperiosamente de la gracia de Dios, y que el hombre en penitencia es el único capaz de obtener la clemencia del Creador si obedece su soberanía sobre nuestras vidas. De ahí lo aleccionador de la moraleja, que nos impulsa a continuar en el camino recto para no abandonarnos a los peligros de un bosque umbrío.

Es por esta naturaleza de bondad y rectitud que los hermanos Grimm, junto al mentor de ambos, Clemens Brentano, prefirieron el cultivo de la Naturpoesie sobre la Kunstpoesie, el culto de la poesía popular frente a la exacerbada verba artística de los escritores cultos. De esta siembra surge El cuerno mágico de la juventud, del citado Brentano y Achim von Arnim, el antecedente directo a la compilación Cuentos de la infancia y del hogar de los hermanos Grimm, una colección de poemas cuyo resultado fue el ciclo de lieder de compositores como Mendelssohn, Brahms, Schumann y Mahler. Es el apogeo de la palabra y la música en el segundo romanticismo alemán, la primacía de los sentimientos nobles sobre la racionalidad y la técnica.

Es así como los Cuentos de la infancia y del hogar, allende el tiempo, se transformaron en un compendio etnográfico de los pueblos germánicos antiguos. Y aunque al correr de las ediciones (la última curada por los hermanos Grimm data de 1853) se agregaron historias y se censuró la crudeza residual de las primeras publicaciones (las madres malvadas devinieron madrastras, por ejemplo), la influencia de estos libros en los siglos posteriores produjo efectos sobre la filosofía del nacionalsocialismo (que veía en Cenicienta la lucha de los arios –Cenicienta– contra los extranjeros espurios –la madrastra–). También, en las memoria del Holocausto, estos cuentos fueron cruzados con la experiencia de una sobreviviente de los campos de exterminio en la novela Briar Rose, de Jane Yolen. 

Los Cuentos de la infancia y del hogar, pues, exceden su contexto literario para asimilarse a las búsquedas de las raíces culturales de los pueblos, esas que encuentran en sus historias el modo de vida anterior a la ficción, que mutan de sentido cuando se cierra un ciclo, y que miran el mundo antes de las reflexiones sobre la existencia. Y en algún lugar de nuestro idioma, son cuentos que hablan con aquella voz solitaria que aún se articula por primera vez.

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