ESCRIBIR EN EL AIRE
El propósito de esta película es exponer los procesos de trabajo -motores, circunstancias, protagonistas y contexto- de un creador tan significativo como Oscar Araiz, bailarín, coreógrafo, puestista. Dada mi formación clásica como bailarina (mucho antes de mi formación como cineasta) es que conozco y sigo la tarea creativa de Araiz. Por eso, Escribir en el aire aparece como la forma en que mi mirada personal y la aparición en primer plano de la propia estética de Araiz evitan la amenaza del desbarrancamiento autobiográfico. El tiempo rota la mirada y torna mutables los valores que motorizaron la obra de Araiz y sus apreciaciones. Y es justamente en esta pluralidad de reticencias donde puede encontrarse cierta dinámica de la reconstrucción de sus propios fantasmas, de los personajes, de su obra.
Escribir en el aire es también cambiar. Cambiar es inaugurar oportunidades -una mudanza, un viaje, un cambio de gobierno- y fortalecer la capacidad de adaptación, reformar el mundo cada día, inducir al desapego de las estructuras que aseguraron otras circunstancias o aprender a transitar la incertidumbre. Pero, sobre todo, palpar la esencia misma del movimiento, definido con palabras maestras de la coreógrafa norteamericana Doris Humphrey como “el instante entre dos muertes”. La posibilidad de llevar estas sensaciones al cine indaga entonces en ese instante al que atribuyo un tiempo particular, el del juego y la fiesta.
Tiempos pre culturales que no habían sido aún inscriptos en categorías artísticas ni creativas. Este tiempo finito mide el grado de libertad que en la vida corriente parece diluido. Encuentra un orden. La confrontación con el vacío y la instauración de cierto orden pueden entonces, en la pantalla, ser los motores del juego original.
Me interesa especialmente el proceso de creación en Araiz, el de un universo deshilvanado que, súbitamente, asume la materialidad y solidez del cuerpo revelando sus estructuras internas físicas y mentales.
La teatralidad de las situaciones, la concentración, los interrogantes, el límite entre lo manifestado y el vacío, la acumulación y el derrumbe, conducen a una conclusión paradigmática. La obra se independiza, el autor se elimina, de todo ello queda un residuo anímico intemporal. Como algo escrito en el aire.