ENTREVISTA CON VIVI TELLAS

“EN LAS ENTRAÑAS DE LA OBRA ESTÁ SU LOCURA”

La directora de Bodas de sangre –una de las grandes apuestas del Complejo Teatral de Buenos Aires para esta temporada– ofrece en esta entrevista indicios sobre cómo encaró su trabajo para la pieza de Federico García Lorca, una tragedia sobre “el dolor del amor”

Carlos Furman

Que Vivi Tellas es una de las grandes referentes del teatro argentino contemporáneo no es ninguna novedad. El “biodrama”, su mayor creación, esa forma teatral que busca el umbral mínimo de ficción en los hechos reales y en la persona que los vive, modificó a tal punto la mirada hacia lo escénico que hoy es muy difícil no encontrar rasgos biográficos en tantas piezas que se exhiben en la cartelera porteña. Pero además, Vivi Tellas ha hecho puestas memorables como la de La casa de Bernarda Alba, también de Federico García Lorca, en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, hace exactamente veinte años, con el mismo equipo artístico con el que hoy encara Bodas de sangre. Conversamos con ella en las semanas previas al estreno y tratamos de descubrir cómo estiliza la realidad hasta transformarla en poesía.

–Si se piensa en Mi mamá y mi tía, el biodrama que hizo con su mamá y su tía a comienzos de este siglo, se pueden rastrear algunas cuestiones relativas al atavismo hispano, como el buffet sefaradí que se compartía al final. ¿Esa herencia es determinante para abordar a García Lorca?
–Me sorprende por dónde empezás... Sí, totalmente. Mi familia es sefaradí judía, mi abuela hablaba español antiguo, ladino... Hay algo de eso. Justo ayer vi los sombreros que hizo Pablo Ramírez para la obra y dije: “¡qué judío es esto!”. No es central en el trabajo, pero siempre elijo los materiales que me atraviesan. Y claro, hay algo de esa España judía...

–¿Qué tiene más peso en García Lorca hoy? ¿La belleza poética evidente o el discurso político posible?
–Justamente lo genial de García Lorca es que esas dos cosas están totalmente entrelazadas, articuladas, amasadas... Eso hace tan especiales y profundos sus escritos. Lo poético, lo político, lo social, todo se toca. Y me parece que es lo que produce ese incendio que es García Lorca, por lo menos en sus tres tragedias. Lo que me interesa es mantener vivos a estos poetas que fueron asesinados por una dictadura por ser poetas, o por ser libres, o por su sexualidad. Pero antepongo que fueron asesinados por ser poetas. Hay que tener una ficción en la cabeza para armar estos proyectos, y la mía es: “voy a demostrar cuál es el verdadero García Lorca”. Muchas veces se lo entiende desde la solemnidad. Y me parece una pena, un espanto. Porque, no digo que sea cómico, pero tiene una gracia particular, una picardía que la solemnidad aplasta totalmente. Lo solemne nos deja afuera de la obra, resulta ser lo que se piensa de la obra y no la obra en sí. A veces, una se tienta con abismarse en lo profundo, pero ese respeto a lo profundo impide entrar en las entrañas de la obra, ahí donde está, para mí, su locura.

–¿Qué cosas se resignificaron en las intenciones originales para su puesta de Bodas…, teniendo en cuenta que este espectáculo estaba programado para 2020? ¿Y qué se capitalizó de la experiencia de Muy bodas de sangre para el ciclo Modos Híbridos?
–La indagación en la tragedia, sin dudas. En Muy bodas… usé el biodrama para acercarme a la obra a través de los intérpretes. Palpitamos la tragedia de la vida. Ayer hablaba con el elenco de esta puesta y decíamos que la tragedia de la vida radica en la fatalidad de saber que vamos a morir. ¿Y qué pasa hasta que morimos, qué historias se arman entonces? En Muy bodas… buscamos en el elenco momentos de tragedia, cómo se cruza la vida personal con García Lorca, y fue un trabajo muy revelador de dramaturgias de la vida. Lo que conservo desde el principio, y se transformó en decisión para hacer la obra, lo que me convoca, es el amor. Esa especie de “amor-horror”, lo inexplicable del amor.

–Trabaja con artistas como Guillermo Kuitca y como Mbagny Sow ¿Cómo se balancean expresiones o talentos tan diversos para que lo se ve sobre el escenario sea tan homogéneo y conmovedor?
–Creo que la palabra “homogéneo” achata un poquito todo. Quizás sea más interesante decir que se arma un lenguaje, una armonía. Me interesa mucho la convivencia grupal, porque creo que se construye un mundo. Trabajar con las personas, saciar mi curiosidad sobre ellos, conocer su vida, su historia, qué es lo que hacen. Porque eso es lo que van a traer a la obra y al mundo que compartimos. Hay muchos rituales que se arman, como el del almuerzo. No es nada nuevo, pero creo que hoy debe ser una condición cuando se arma un grupo, incluir el gesto de lo amoroso. Y también, y por eso no me parece correcta la palabra “homogéneo”, porque no me asustan las diferencias. Este elenco está armado con diferencias. Y en esa diferencia está el encuentro de Mbagny Sow, un africano de dos metros, con Julián Ekar, varón trans, y Kuitca, que es un genio total, alguien que me maravilla con su talento y que es un capítulo aparte. Convocar a un artista visual al teatro es traer un mundo distinto, porque aporta una abstracción que nos obliga a componer. Él es central en este proyecto.

–Pese a que Bodas de sangre es una tragedia, es muy movilizador el carácter celebratorio de sus puestas. ¿Podemos decir que su legado es la celebración constante que significa ir al teatro? 
–Qué lindo... Sí, podría ser. Me interesa que aparezcan la gracia, los estilos y también las contradicciones que producen un sentido distinto. Tengo ese espíritu de ritual celebratorio que no deja de lado el dolor. Me parece que el dolor es importante en esta obra. El amor, el dolor del amor, lo que atraviesa todo. Por ejemplo, me gusta decirle a los actores y actrices que crean en la idea de que esta es la última obra que van a hacer. Y que creen con esa idea, que traigan esa tragedia de la muerte al escenario, que busquemos el borde. En esta puesta, la luna, una incorporación con la que estoy fascinada, es quien los enloquece a todos. Porque esa noche todos van a enloquecer. En la obra, la novia y el amante huyen en la noche de la boda, pero en esta puesta todos los personajes van a cometer una locura, porque están hipnotizados por la luna y ella los vuelve salvajes y locos y no lo pueden explicar. 

–Es una mirada hacia García Lorca como... subversiva.
–Siempre pensé que iba a ser un escándalo, pero los escándalos me aburren. Al elenco le digo que tenemos que trabajar como si viniera un plato volador, se posara en el campo, lo quemara, y después no creciera nada más en ese sitio. Es una ficción para el trabajo, pero hay que trabajar con esa intención. 


Carlos Diviesti

 

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