ENTREVISTA CON JOSÉ MARÍA MUSCARI

“HAGO LAS OBRAS QUE ME GUSTARÍA VER”

El creador de la versión de Julio César de Shakespeare que se estrena en el Cine Teatro El Plata reflexiona sobre su personal aproximación al clásico, nuevo jalón en su ecléctica carrera.

Aunque es un hombre muy joven, José María Muscari trabaja en el mundo del espectáculo desde los dieciséis años. Sus obras siempre transgredieron las normas, pero considerarlo un transgresor no resulta suficiente. Muscari es, sin lugar a dudas, un renovador de la escena teatral argentina, cuyas piezas jamás son parecidas entre sí aunque su estilo sea inconfundible. Como afirma en esta entrevista, ahora el clásico a observar es William Shakespeare. De Julio César, una de sus tragedias mayores, el director destaca matrices que trascendieron las épocas y que refieren a las múltiples facetas de la ambición por detentar el poder político. Conversamos con Muscari antes de uno de los últimos ensayos en la sala del Cine Teatro El Plata de Mataderos, que desde hace semanas –fuimos testigos– aguarda con ansiedad el estreno de este espectáculo que tiene a Moria Casán al frente de un elenco notable.   

– Todos sus espectáculos son una experiencia en sí mismos, pero como nunca en su carrera, en este caso, decanta por una forma tan precisa como la del teatro isabelino, sin perder su propia esencia. ¿Julio César es un punto de inflexión en su carrera?
– No sé si es un punto de inflexión, pero sí un proyecto muy deseado y también una nueva prueba en el recorrido que vengo haciendo alrededor de los grandes autores. Hace casi veinte años dirigí una versión de Electra de Sófocles, Electra Shock, con Carolina Fal, en el marco del Festival de Teatro Griego que organizó la Fundación Konex. Más acá hice La casa de Bernarda Alba con Norma Pons y hace relativamente poco monté Madre Coraje de Brecht, con Claudia Lapacó, y ahora llegó el turno de Shakespeare. Creo que cada tres, cuatro, cinco años, necesito la llegada de una gran obra y un gran autor. Y darme el permiso de buscar cómo quiero contar esa historia, desde qué lugar, con qué personajes y con qué lenguaje. Y siento que es el momento de Julio César. Pero no sé si es un punto de inflexión. Mi recorrido tiene continuos puntos de inflexión, porque busco que cada trabajo me lleve a un lugar diametralmente opuesto al anterior. Digo, antes de Julio César estrené Perdida Mente, que es una obra sobre las neurociencias, con Leonor Benedetto, Ana María Picchio, Karina K, Julieta Ortega y Patricia Sosa. No se parece en nada a esto. Y antes Sex, una obra performática. Entonces, me parece natural que Julio César venga, básicamente, a llevarme a un puerto distinto al que llegué en el trabajo anterior.  

– Sus espectáculos ya son una marca registrada, pero aún generan un impacto en el espectador que les borra el gesto o la pose que les cuelgan a priori. Y hasta resultan inolvidables. ¿Le ve posibilidades de montaje hoy a espectáculos como Catch, Mujeres de carne podrida, Grasa o Escoria, o piensa que, en algún punto, en esta coyuntura, hasta serían cancelados?
– ¡No, para nada! ¡Al contrario! Siento que a lo largo de los años no tengo que reconvertir mi vínculo con las mujeres, ni en la vida ni como creador. Sé que puedo volver a hacer Mujeres de carne podrida hoy, y nada de lo que decían los personajes tendría que ser cambiado. Mi respeto o mi lugar de igualdad con las mujeres lo tuve siempre muy claro. Creo que ser muy amigo de Mariela Asencio, una feminista de la primera hora, me hizo conocer sobre el feminismo mucho antes de que se lo empezara a nombrar, cuando lamentablemente se lo conocía como algo que no es, como lo opuesto al machismo. Cualquiera de esos espectáculos podría hacerlos hoy. Sí creo que hay algunos espectáculos míos que son demasiado “momentistas”. Pienso en Pornografía emocional, que hablaba de la explosión del reality show. No haría esa obra hoy, pero no por temor a que fuera cancelada, sino porque es un tema que ya avanzó. Hoy el reality show no es un tema para tratar. Hay algo de la vigencia de mis obras que es demasiado contemporáneo, pero claro, no siempre sucede. Mujeres de carne podrida, Escoria, Grasa, son espectáculos atemporales. La mujer, la fama, la xenofobia, son temas atemporales.

 – En Alternativa Teatral hay 96 entradas con su nombre. Y en su perfil de Twitter dice que “crea fantasías y las vuelve su trabajo”. ¿Cómo hace para que, entre tantos trabajos que desarrolla desde los 16, siempre haya algo nuevo y sorpresivo, no importa en qué escenario se haga?
– Bueno, lo que decía antes: proponerme que cada proyecto me lleve a un lugar desconocido y no a lo ya transitado. Cuando hice La casa de Bernarda Alba con Norma Pons, que fue un gran éxito, me ofrecieron dirigir Bodas de sangre y otras obras de Lorca, pero no hice ninguna más del autor. Después de Madre Coraje de Brecht me ofrecieron otros clásicos, y la verdad es que me parecía interesante... Luego de Sex me ofrecieron un espectáculo de burlesque... ¡No voy a hacer un burlesque después de Sex! Al contrario, me embarqué en una obra sobre neurociencias que no tiene nada que ver con Sex. Y después de la neurociencia me pasé al mundo de Shakespeare. La única forma de no repetirme que encuentro es que cada vez que decido cuál es el próximo peldaño o el próximo recorrido, verdaderamente, temáticamente, en la construcción del elenco, en el circuito de producción, el espectáculo me lleve a un lugar muy distinto. Realmente es muy diferente hacer una obra de Shakespeare con un elenco tan legitimado como éste, con Moria Casán, que es una figura disruptiva, en el San Martín, que hacer una obra sobre textos de Facundo Manes y la neurociencia en el Multiteatro con producción de Rottemberg. No se parecen en nada. Y Perdida Mente no se parece en nada en su circuito de producción a una obra como Sex. Entonces también el circuito de producción es el que me lleva a la novedad como artista.

 – Es evidente que en cada uno de sus espectáculos hay un alto grado de responsabilidad escénica, pero trabajar en un escenario como el del Teatro Romano de Mérida, ¿representa un desafío especial? (N. de la R.: esta producción del CTBA fue invitada a participar en el 68° Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, España, entre el 1° y el 3 de julio)
– No me asusta. Me potencia. Siento que será fantástico, que va a revalidar algo que está latente en la versión. El  teatro shakespeariano tiene algo que nos habita más allá de la versión libre que pueda hacer. La obra trata sobre cómo el juego político derroca la vida de Julio César, y los que están alrededor son unos buitres que intentan escalar en el poder. No es que en mi versión libre busque aislarme de eso y hacer mi propio juego. No. Todo lo contrario. Creo que es una versión de lo que Shakespeare alguna vez imaginó  y que dialoga con nuestro presente. Sí creo que hacerlo en uno de los últimos lugares arquitectónicamente romanos revalidará un montón de cosas que están latentes en el material, en la obra. Y que creo nos habitan simplemente por el hecho de estar haciendo Shakespeare, aunque estéticamente la obra vaya por otro lado. Esa cruza entre lo moderno y lo vanguardista, esta “versión Warhol” que hacemos va a revalidar con todo ese contexto histórico, clásico, y que se va a generar una mezcla medio iconoclasta que me atrae mucho. 

– Sabe que Julio César será un éxito… A esta altura de su carrera, ¿le interesa llegar a alguna parte o prefiere estar constantemente en viaje?
– Por suerte uno nunca sabe lo que el público quiere ver. Sé que, por ahora, es una experiencia muy exitosa para mí, porque soy muy energético. Hay una energía de goce, de entrega, de profesionalidad muy alta. Creo que el elenco que acompaña a Moria es extraordinario, cada uno muy destacado en lo suyo. Desde Mario Alarcón a Marita Ballesteros, pasando por Alejandra Radano, Malena Solda, Mirta Wons, Vivian El Jaber, Mariano Torre, Fabiana García Lago, Payuca, por lo que siento que verdaderamente cada una de esas particularidades se potencian mucho en la mezcla. Hay algo muy atractivo también desde la inteligencia de Moria, una líder positiva muy segura y muy clara de su lugar. Entonces, no hay una competencia. Es una obra donde hay diez, no que está Moria y los otros por otro lado. No. Y eso me parece que es parte del éxito. Ahora, si hablamos de la repercusión... No sé... Ojalá que al público le guste tanto como a mí me gusta verla. Disfruto mucho de cada ensayo, de todo lo que voy creando y del trabajo que hago con ellos. Y si eso me pasa a mí, puede que también le pase al público. Hago las obras de teatro que me gustaría ver. Y hay un público que también tiene ganas de ver lo mismo que yo. Pero nunca hago las obras pensando lo que al público le va a gustar porque no sé qué le va a gustar al público. Sí creo que es un espectáculo que, por sus componentes, por la llegada de Moria al Complejo, por contemporizar a Shakespeare y darme determinados permisos y lujos, y por la construcción del elenco y la invitación a Mérida, todo eso creo que le da a Julio César un marco que despliega mucho interés en el afuera. Y ojalá que el resultado esté a la altura del interés que despliega hasta acá.

Carlos Diviesti

 

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