MORIA CASÁN, ONE-DER WOMAN.

“MI PAPEL FUE SIEMPRE EL DE LA TRANSGRESIÓN”

Mientras prepara Julio César en las salas de ensayo del teatro San Martín, conversamos con Moria Casán y comprobamos que lo que se dice de ella es cierto: es única, y como es única –no puede decirse de otro modo– es la one.

Moria Casán quizás sea la persona a quien mejor le cuadra el término con el que los franceses reconocen a sus artistas. Moria es una verdadera comédienne. Para los franceses (y sobre todo para los franceses de la Comédie-Française) los actores y las actrices son comediantes, porque los comediantes no solo son aquellos que hacen comedias, sino quienes están preparados para afrontar todos los desafíos artísticos que les demande el escenario. Y Moria lo está. Desde hace años que está preparada para cualquier desafío artístico. ¿Quién recuerda una temporada teatral porteña en los últimos cincuenta años sin su presencia? ¿Quién puede demandarle entonces a Moria Casán algún tipo de preparación determinada para acercarse a Shakespeare? Moria es una de las mayores figuras del teatro argentino, y aquí no hay hipérbole que valga: quien haya visto aquel momento íntimo entre Bernadette y Bob en el montaje de Priscilla, reina del desierto visto en el teatro Lola Membrives (ese en el que Bob le confiesa sus sentimientos a Bernadette, una mujer transexual, en la unánime noche del desierto), recordará que pocas figuras del espectáculo han sido capaces de capturar la atención y la sensibilidad del espectador aún desde la última fila del pulman, con su sola presencia y la cadencia de su respiración. Y pocas, muy pocas, se permiten el lujo de ser adoradas por sus compañeros de trabajo, el personal del teatro, a quienes saluda por los pasillos del San Martín y a quienes jamás les niega una sonrisa.

– Si tomamos en cuenta que Julio César se presentó en 2009 como un semimontado en Teatrísimo, esto de enfrentar a Shakespeare no es nuevo para vos. 
– Claro, claro que sí.

– Pero si consideramos que Julio César se estrenará en el Complejo Teatral de Buenos Aires, y aún más, en la patria chica de Rita Turdero…
– Eso es hermoso.

– ¿… considerás que el teatro oficial le debía una reivindicación a los artistas que hicieron del teatro porteño el emblema cultural de Buenos Aires?
– Mirá, te voy a decir algo. Yo nunca espero nada de los demás. Mucho menos que me reivindiquen. Si bien yo trabajo para tener llegada a los demás, no quiero reivindicaciones ni nada que se le parezca. Yo me crié en un género que siempre fue devaluado, como se considera a la revista. Yo debuté literalmente desnuda en un escenario sin saber que iba a debutar. O sea que todo lo mío es muy cósmico, muy causal, muy angelado, muy decretado. No sé. Seguramente será por mi propia red de determinación, por mi propia singularidad, por lo que tengo yo como personalidad. Pero, ¿cómo te explicás que saliendo de la facultad, debuto hace casi cincuenta años en el teatro El Nacional, desnuda, haciendo de hombre...? Mi papel fue siempre el de la transgresión, porque aunque a mí me mandan a desnudar, también me mandan al primer piso para que busque el traje de Chaplin que me iría sacando hasta quedarme con un bikini. O sea, yo entro al teatro de revistas desnuda y después me visto de hombre, y después me transgredo. Todo el tiempo fui  –soy– una gran travesti. Creo que fui la primera trans del teatro, porque era una niña que venía con los libros de derecho civil y con Dalmacio Vélez Sársfield bajo el brazo, y me meto al teatro El Nacional... Bueno. Entonces, después de ese debut, gracias al que pude trascender el cuerpo, y pude trascender hasta mi propio pudor, no espero nunca ninguna reivindicación. La reivindicación es, hoy, en esta nueva era, en 2022, cuando transcurrieron cincuenta años y cuando trabajé sin parar por gusto (por necesidad también, pero no tengo la necesidad urgente de pagar mis expensas y vivir al día con esta profesión)... Julio César sí es reivindicatorio para mí, ves. Es volverme a poner en la piel de un hombre que tiene casi más debilidades que poder. Porque Julio César comparte miserias, deslealtades, comparte el amor, comparte el desamor. Me parece...

Como una tromba, un grupo de turistas visitantes al teatro, celular en mano en modo selfie, irrumpe frente a nosotros porque la descubren a Moria e interrumpe nuestra charla en los sillones del hall. Son seis, ocho, un ejército. Esto es verdad, está grabado, hay constancia fidedigna.

“Yo sé que estás hablando pero si todos nosotros no nos sacamos una foto con vos nos morimos, es desesperante. Sos la única. ¡Somos del sur, Moria!”, dice un señor, y sin pedir permiso dispara una retahíla de instantáneas.

– Perdón, chicos, estoy haciendo una entrevista…(se disculpa Moria conmigo).

– Por favor. Esto es lo mejor que me puede suceder como periodista.
– ¡Qué lindo! 

De repente me da nostalgia recordar aquellas imágenes que conservo en la memoria, aquellas enormes marquesinas con letras de neón que decían, por ejemplo, La revista de Esmeralda y brillantes al frente del teatro Maipo junto al cine Real, donde iba con mi mamá y mi papá a ver dibujos animados. Mientras los visitantes se sacan las fotos con Moria, me pregunto si hoy podría tener lugar el discurso de la revista, ese tipo de revista que Moria hacía con Alfredo Barbieri, José Marrone, Adolfo Stray, y la que siempre acompañaban artistas como Roberto García Ramos, gente que no se merece el olvido. Y cuánto le deberá el magnetismo de sus personajes en Brujas o Una visita inoportuna a la danza y al llevar sin esfuerzo aquellos casquetes de plumas con los que bajaba las escaleras de fantasía en El Nacional. 

– Bueno, eso… –continúa Moria– Estoy feliz. Y a la semana de haber empezado a ensayar nos llaman de Mérida, y nos vamos todos al único teatro romano que queda en España. ¿Querés algo más angelado? Y se suman cosas: Alarcón y Payuca, que son de nuestro elenco, se ganan el ACE... O sea, es mucho que nos lo merecemos todos. Pero a mí me eligen siempre para algo. Yo hice Priscilla… y fui la única mujer a la que los ingleses le permitieron hacer un personaje escrito para un actor que interpretara a una transexual. Lo que pasa es no tengo cartel ni de cool, ni de actriz de prestigio, ni de nada que se le parezca. No tengo cartel yo. Trasciendo el cartel. Si vos le preguntás a alguien quién es Moria Casán pasa algo... Yo nunca hablo de mí en tercera persona, pero pasa algo como esto que nos pasó recién. No me cabe ningún cartel ni ninguna reivindicación después de cincuenta años, siempre aggiornada... Te voy a dar una frase, Carlitos, y esto no es manija conmigo misma, te digo cuál es la visión que los demás tienen de mí. Ana María Campoy me dijo “vos siempre vas a estar arriba, porque sos pasado y presente”. Y creo que es eso, pasado y presente aggiornado. Tengo un pasado de cincuenta años, hay películas mías que las pasan a la noche en el canal Volver, estoy en Monumental Moria en todas las plataformas, estoy en cuanto talk show se precie de tal, y ahora estoy en todos los tik tok... Entonces trascendí todo eso. Y cuando vos trascendés todas las clases sociales y trascendés todas las edades... ya está. La mayor reivindicación es esa, lo que te permite hacer esto y seguir experimentando. Porque seguís, y no entregás la vida. Yo no entregué mi vida al teatro. Yo recontra vivo, ¿entendés? No me privo de nada, y no descuido mi familia ni nada de mi vida por el teatro. Los descuidos que tengo son deliberados. Nunca me levanté temprano para llevar a mi hija al colegio, no soy más mamá por eso, no soy culpógena ni nada. Pero... Feliz  de que Muscari haya pensado en mí, que este Complejo me haya dado la oportunidad de estar en estas salas... 

Pausa, breve. Moria piensa.

– El Teatro San Martín es uno de los teatros más cálidos en los que estuve. Te diría que el más cálido, porque me remite a mi adolescencia, un poco a mi niñez, cuando iba a las academias, a las academias de baile, de piano... Yo soy profesora de danzas, profesora de piano... Tuve una vida dedicada al arte, abonada al Colón junto a mi padre, que era un gran melómano además de ser militar. Y no solamente en el Colón en invierno, porque cuando yo era niña la gente del Colón trabajaba en el anfiteatro de Agronomía durante el verano. Así que viví rodeada de música clásica. Sigo teniendo aquella vida gloriosa. Y este presente es... Creo que si esto te contesta el resto de las preguntas, porque me quedé con la primera, pero verás que empiezo a monologar... Te quiero decir que no pierdo el estímulo de la lucha. Soy soldado y general, vengo y pongo la tarjetita igual que cualquier otro.

– Eso es lo que justamente te hace trascendente... 
– No sé qué decirte. Yo no me siento ni más ni menos. Me siento un par. O sea, nunca me creí nada de lo del divismo, nada, nada, nada. Soy igual que la Radano, que Payuca, que Alarcón, que la vestuarista... Tengo una gran individualidad y soy muy yoica, sí, lo reconozco, pero también creo en la corporación, en ayudar a los demás. Enseguida se tiene que armar una mística porque todos tenemos que ir para un mismo lado. No tiene que haber sabotajes cuando uno aceptó formar parte de un trabajo. Yo, así como soy de profesional, cuando veo cosas extrañas, no grito ni me hago la diva ni un carajo. Me voy. No te planto nunca una temporada, pero aviso que cuando se termina, me rajo. Nadie puede entender nada porque siempre está todo bien, bien, bien, pero si veo cosas raras, ¡huyo! Quizás a eso se deba mi renovación constante, a mi instinto de preservación, a no estar contaminada ni por el afuera ni por el adentro. 

– Lo único que tengo para decirte es que vos sos la responsable de uno de los momentos íntimos más impactantes que se hayan visto en la calle Corrientes...
– ¿En qué?

– Ese cuando Bernadette y Bob se dejan llevar por lo que siente en el momento, en Priscilla…
-Mirá vos cómo te llegó eso...

– Y aquellas pausas dramáticas que le imprimías a la enfermera de Una visita inoportuna... 
–¿Te acordás? ¿Viste qué bueno? 

– Por eso, una de las cosas en las que pensaba mientras me imaginaba esta entrevista es si vos tenés conciencia de cuánto hiciste en tu carrera para que el público tuviese un pensamiento fluido sobre la vida y el arte. ¿Vos tenés conciencia de la trascendencia que tiene tu trabajo en la cultura de este país? 
– Tengo. A través de todo lo hecho y a través de gente como vos, porque acuso recibo cuando una persona como vos, que ha visto teatro, se acuerda de ciertas cosas. Ahí sí tengo conciencia. Y como debe ser, lo transito muy relajadamente.

– Lo tomás como parte de tu trabajo. 
– Absolutamente. Yo te hago las tres viejas de Jodorowsky, te hago un comercial, te hago de figura junto a Porcel y Olmedo... Yo me meto en todos los agujeros que hay. ¡The Hole! Hasta actué con una rata.

Carlos Diviesti

 

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