ENTREVISTA CON GUSTAVO LESGART

COMO UNA RADIO DE CLÁSICOS

A propósito del estreno de Vintage con la Compañía de Danza de la UNA (Universidad Nacional de las Artes), Gustavo Lesgart, creador del espectáculo, revisa su trayectoria y el proceso de creación de esta nueva pieza.

Estrella Herrera

A propósito del estreno de Vintage con la Compañía de Danza de la UNA (Universidad Nacional de las Artes), Gustavo Lesgart, creador del espectáculo, revisa su trayectoria y el proceso de creación de esta nueva pieza. El paso del tiempo, el interés por la arquitectura, los dúos y la construcción de un espacio de relación.

 

El prestigioso coreógrafo, bailarín y maestro Gustavo Lesgart vuelve a trabajar con la Compañía de danza de la Universidad Nacional de las Artes en un nuevo espectáculo: Vintage. Su creación para la Compañía, Perro suelto (2010), se convirtió en una pieza de repertorio para varias generaciones de bailarines durante más de seis años. Además, realizó Raya al medio (2004), Invisible (2012) y Aliento (2013) con la compañía de la UNA. Interesado durante los últimos años en estructuras grupales, Lesgart sigue multiplicando sus referencias con otros. Esta vez, una serie de coreografías para quintetos o dúos, a partir de versiones de temas clásicos (covers), bailados por 22 bailarines en distintos espacios del Teatro de la Ribera: en la entrada a la sala principal, los ventanales, en la puerta del teatro, en los livings del hall.

 

–¿Cuál fue el origen de Vintage?
‒Dando clases en la Compañía de la UNA, Roxana Grinstein, su directora, me pidió si podía armar algo  para el Hall del Teatro de la Ribera. Específicamente, me pidió que coreografiara dúos. Es decir, que no fueran estructuras improvisadas o scores (partituras) de improvisación, sino coreografías que pudieran trasmitirse entre generaciones, porque la Compañía de la UNA tiene una dinámica de renovación de bailarines una o dos veces al año.

‒¿Es la primera vez que trabaja con la Compañía de la UNA?
‒He hecho varias piezas para la Compañía. La primera vez, estaba viviendo en España y tenía que hacer una obra en Noruega. Nunca tuve compañía ni estudio, entonces armé un circuito de trabajo itinerante en el cual iba probando algunas ideas con diferentes grupos, usando las experiencias del primer grupo, para transformarlas en el segundo grupo y el segundo en el tercero…

‒Y ellos no se enteraban…
‒Exactamente. Así llegué a la Compañía de la UNA y ese primer resultado fue la obra Raya al medio (2004). Fue uno de los primeros momentos donde cosas muy específicas de la arquitectura empezaron a insistir. Trabajábamos con unos tiralíneas de las obras en construcción, hilos elásticos con polvo de tiza que cuando se tensan y rebotan contra una superficie rígida, marcan el espacio. Algunos de los bailarines trazaban líneas de tiza con diferentes colores, que se imprimían y borraban. Un día estaba mirando la tele, y en un talk show una conductora decía: “¿Chicas, saben una cosa? Vuelve la raya al medio”. El título surgió de ahí, también porque vivía en España, y por la sensación de estar partido al medio, entre dos lugares. Decidí quedarme allá durante la crisis del 2001 y lo que iba a ser quedarme un tiempo se transformó en doce años. Raya al medio fue parte del proceso de investigación para esa obra, con la gente de la UNA en ese momento.

‒¿Qué queda en Vintage de esa experiencia?
‒En Raya al medio y ahora en Vintage, hay dúos coreografiados. Ese fue el pedido de Roxana Grinstein, para que los dúos pudieran permanecer en el repertorio de la Compañía. Durante muchos años de mi vida hice dúos, porque tenía una compañía que se llamaba Lesgart-Sanguinetti (por Inés Sanguinetti). En realidad nos hacíamos compañía el uno al otro porque bailábamos juntos, éramos una compañía (risas). Todo el comienzo de mi trabajo como coreógrafo fue con dúos. En los últimos años, trabajo mucho más en partitura que en una coreografía cerrada. Cuando tuve que ponerme a cerrar coreografías en Vintage se me volvió dificilísimo, y para resolver esa dificultad empecé a echar mano a cosas que había hecho. Recuperar algo de aquel material, poniéndolo en práctica otra vez, con nuevos bailarines, que crean movimiento de manera diferente, donde el lenguaje sea modificado y mi mirada sobre eso también. Además, tropiezo de casualidad con una versión de la lambada Llorando se fue. Entonces empecé a buscar otros temas versionados que me gustaran, otros covers.

 ‒¿Cómo fue volver a revisitar ese repertorio?
‒En un principio, Vintage se iba a llamar Covers, pero todavía no encontraba algo que me ayudara a reunir todas esas ideas, hasta que apareció el concepto de vintage. Nuevos cantantes de temas antiguos o clásicos que les dan otras lecturas, los cambian rítmica o instrumentalmente. De algún modo estoy haciendo lo mismo con mi trabajo: estoy trayendo ideas de épocas anteriores sobre cómo moverse o bailar en pareja. Estamos haciendo nuevas coreografías con esos nuevos bailarines que tienen otros lenguajes y experiencias en sus cuerpos. Recuperar esas ideas para darle una vida nueva, eso es algo que entendemos como vintage.

‒¿Qué encuentra en el dúo como forma para la danza?
‒Es la posibilidad de estar en relación con otro, estar de a dos. Una persona, un solo,  construye el espacio. Dos cuerpos en el espacio construyen un espacio de relación. Y esa es la relación que investigo, no es la del amor o de conflicto entre oponentes. Es una relación que tiene que ver con el espacio, y ese espacio de a dos que arma nuevos espacios en la escena. Cuando empecé a hacer dúos con Inés Sanguinetti, los dos ocupábamos el mismo rol. A principios de los años 90’, era llamativo que ella me levantara por el aire del mismo modo que yo la levantaba a ella. Éramos unos de los primeros en coreografiar el lenguaje del contact improvisación en Argentina. En la Compañía de danza de la UNA eso mismo hoy no tendría ese valor. Sería raro hacer una escena donde todos los dúos sean hombre y mujer.

‒¿Cómo insiste la preocupación por el espacio en su trabajo?
‒Me interesa el espacio, el volumen, abandonar el frente único. La danza no tiene por qué ser vista desde un solo punto de vista, de frente, plano. Quería trabajar volumen, no hay nada que ocultar del cuerpo cuando baila. Esos temas me empezaron a preocupar más que cómo agarra ese cuerpo a otro. Los elementos de la danza siguen siendo el cuerpo, el tiempo y el espacio, de qué forma estar juntos. Trabajo en estructuras espaciales, el tiempo desde este abordaje sería más una consecuencia del espacio.

 

+ info de Espacio de los ventanales

INFORMACIÓN IMPORTANTE PARA EL DÍA DE LA VISITA: