ENTREVISTA CON VALERIA POLORENA SOBRE “YO ES MULTITUD”

El camino de los sueños

“Una obra que navega entre la realidad y la imaginación, entre lo personal y lo compartido”. Así define la coreógrafa esta obra que montó con los alumnos de tercer año del Taller de Danza Contemporánea, con un punto de partida autobiográfico en el que “cobra más sentido el mundo de los sueños y los recuerdos”.

Carlos Furman

Por Victoria Eandi

 

Veintitrés bailarines enmascarados como conejos que se mueven solos y a la vez en una gran masa, música in crescendo y cambios en las velocidades de los movimientos, payasos, paraguas luminosos, plantas humeantes y pelucas platinadas. Parecen sueños dentro de sueños, pero todo forma parte de las escenas de Yo es multitud, la obra que la coreógrafa Valeria Polorena montó para los alumnos de tercer año del Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín, en el marco de una nueva dinámica en el ciclo de formación, y que consiste en invitar a coreógrafos a crear un repertorio propio de obras para que los estudiantes de tercer año transiten el aprendizaje de ser intérpretes. El proyecto comenzó en 2022 con El mundo, 18 bailarines, un show de Federico Fontán, continuó con Amor a no quedarse de Andrea Chinetti y Diego Poblete, y este año se retoma con la obra de Polorena y, próximamente, con Muta de Gustavo Lesgart.

 

Un disparador biográfico y la multiplicación de interpretaciones

“Me llamaron en febrero para ofrecerme la realización de un montaje para los chicos del Taller”, recuerda la coreógrafa, que es egresada también de la escuela. “En su momento hacíamos tesis, ahora se convoca a un creador externo. De esta manera podemos compartir cómo es nuestra vida por fuera de una institución. Yo, por ejemplo, trabajo free lance”. Le ofrecieron montar una obra especialmente para los alumnos o traer algo de su mundo y dirigirlo en este marco. “¿Qué hago con tanta libertad?”, se preguntó. “Me propuse hacer algo en relación con dos unipersonales con los que venía trabajando en interpretación, dirección y arte, Anomalía y Apolo gía. Se trata de obras con puntos de partida biográficos. Pero se me planteaba el problema de cómo trasladar un material en el que me autodirijo y traducir eso a 23 bailarines”, repiensa la coreógrafa. “Lo biográfico es sólo un disparador y lo intervengo con el mundo de los sueños y los recuerdos. Me gusta ese no saber si es realidad o ficción. Pero de todos modos tenía que transmitir una situación de mi vida a 23 bailarines. Tenía que ver si se sentían interpelados o no”, explica. “Sin embargo descubrí algo más enriquecedor para mí que la autodirección: qué pasaba con aquellos que no habían experimentado lo que yo viví. Entonces cobró más sentido el mundo de los sueños y los recuerdos y también una pregunta: ¿los sueños son reales en algún lugar de nuestro inconsciente?”. El resultado fue sorprendente y se refleja claramente en el título: Yo es multitud. “Ya no soy más yo en la escena, hay algo que ya es de los bailarines. Mi objetivo era lanzarlos para que ellos se apropien del material. Que en cada solo que hacen estén ellos, no sólo interpretar lo que les transmito. Hay solos muy distintos y lo que intento resaltar es su particularidad. Como se mueve cada uno no se mueve ninguna otra persona en el mundo. Fue muy hermoso y emocionante que ellos pudieran descubrir cómo les gusta moverse. Aparecieron personalidades que, en la primera etapa de ensayos, no estaban”. 

Valeria comenzó esos ensayos saltando en una pata, no sólo por estar feliz de que la convocasen, sino también porque se había fracturado por un accidente, que es precisamente el material biográfico del que partió para crear. La imagen de los conejos no es caprichosa. A eso se suma que el 23 es el año del conejo (y casualmente son 23 los bailarines y ella nació en el 87, también año del conejo). 

El proceso comenzó con una exploración inicial de los bailarines con improvisaciones sobre la base de la creatividad de cada uno, con ciertas pautas físicas y dramatúrgicas que ella les brindaba. Sobre las improvisaciones empezaron a armar las escenas y la coreógrafa las encauzaba a partir de filmaciones que hacía en los ensayos. “Siempre soy de mostrar” –afirma–, “pero estando fracturada tenía que ser todo oral. Así que el primer tiempo fue de mucha calma y paciencia, y de recibir información, ya que no podía poner el cuerpo. Redimensioné el peso de las palabras, cómo le disparaban a cada uno”. Esas palabras fueron como un semillero y lo que cosechó Valeria fue muy enriquecedor: “miradas muy distintas y a la vez muy parecidas. Éste es el potencial de la obra: ¿dónde somos más ‘multitud’ y dónde cada uno es más ‘yo’?

En el espectáculo hay momentos de soledad, pero nadie se desconecta de lo que pasa a su alrededor, hay una fluctuación constante entre el grupo y “desgajamientos” muy singulares donde cada uno está en su mundo, pero a la vez sigue siendo parte del grupo, van y vienen. Sobre los solos, la coreógrafa agrega: “Cuando uno ve un solo en escena, no se termina de imaginar que hay mucha gente trabajando por fuera, y acá eso se pone en evidencia. La carrera del bailarín es solitaria, pero hay apoyo colectivo, personas haciendo con vos que son indispensables aun en un solo. A partir de esta experiencia ya no se me ocurre bailar sola en el escenario. Además, al principio pensaba que, si mi disparador es algo personal, nadie más puede abordarlo ni puede haber más gente en el escenario. Pero ahora me doy cuenta de que se trata de mi experiencia más todas esas otras que desconozco”. Se multiplican y reproducen, como los conejos. Y a esa multitud se suma la del público en el espacio del Hall Alfredo Alcón, que no está ubicado en una platea oscura, sino que son espectadores que también quedan visibilizados, al igual que los técnicos, que no suelen verse pero que en este caso quedan al descubierto.

 

El universo cinematográfico y un hallazgo musical

Un universo fundamental para Polorena es el del cine: “la mirada cinematográfica me viene acompañando porque siento que me ayuda a expresar todo el imaginario que me interesa, que sólo bailando no puedo entrar en esos sueños. El cine es hipnótico e inmersivo”. Las imágenes surgen en Yo es multitud no sólo de los propios bailarines moviéndose, sino también de objetos que se incorporan junto con un vestuario específico: “Los elementos también colaboran para emprender un viaje más onírico. La utilería y la escenografía terminan de hacer que el público viaje conmigo”.

Una mención aparte merece la música de Sebastián Morell. “Con Seba creamos un blues electrónico, fue un hallazgo. Queríamos crear música para chicos más jóvenes, porque soy de una generación intermedia, tengo diez años más que ellos. Así que este momento para mí es una bisagra, coreográfica y musicalmente, yo misma me fui actualizando. Nunca había hecho música electrónica, lo cual al principio me daba un poco de miedo, pero logramos esta mezcla que me gusta mucho”, explica Polorena. También agrega que “a lo largo de la obra van mutando los climas musicalmente y la energía va subiendo”. 

Para esta coreógrafa, la música es fundamental: “Gracias a mi experiencia con el Combinado Argentino de Danza, nunca es un colchón para mí. El bailarín siempre tiene que estar en relación con lo que escucha. La música en escena es como para el actor la palabra, el texto. Que la música sea lo que los hace mover es primordial. No es base ni acompañamiento, sino que se produce un tejido”.

Hay un solo tema preexistente al espectáculo, “Llorando”, versión en español de la canción de Roy Orbison, que Rebekah del Río interpreta a cappella en una de las escenas más seductoras y escalofriantes del film Mulholland Drive (aquí traducido como El camino de los sueños) de David Lynch, un director que Polorena admira mucho y un gran referente de los aspectos estéticos para su creación en general. “El universo de la película me convoca. Además de ser músico, es muy escénico para sus películas y yo hago el camino inverso desde lo escénico. Cuando dirijo mis obras pienso la música y lo visual a la vez. No puedo concebir estos aspectos si no es simultáneamente”, afirma.

Hay dos premisas básicas desde lo musical y lo visual que guían el trabajo de esta coreógrafa. En sus obras no hay silencios, ni tampoco apagones. “Me gusta que las cosas vayan mutando, transformándose, que haya transiciones, pero no cortes. Y si aparecen esos vacíos que sean por cambios de clima, pero no técnicos”. 

En ese sentido, ese “camino de los sueños” que es Yo es multitud se va desplegando con imágenes poéticas entramadas fluidamente con movimientos impulsados por el carácter dramático de las escenas. Como en los sueños, se van encadenando situaciones de formas inéditas, y detrás de las máscaras surgen otras máscaras. 

Entre todas esas imágenes se evidencia la dupla de lo urbano en contraposición a la naturaleza. El vestuario está ligado al imaginario de una ciudad, pero de repente se introduce el mundo vegetal: “Me gusta incorporar otra vida en la escena para sumar a la vida de los cuerpos de los bailarines, pero no dejo de hacer hincapié en la artificialidad y la ficción. Si bien los bailarines somos como cualquier persona, también cuando nos movemos hacemos cosas que no hace cualquiera. Entonces quise intervenir la vida, la naturaleza o lo que nos es natural”. 

 

Un aprendizaje de ida y vuelta

En este caso, los bailarines son alumnos a punto de concluir su tránsito por el Taller de Danza. Pero según Polorena, “lograron ponerse en el lugar de intérpretes. Me gusta trabajar con la improvisación, así que les solté la mano en algunas decisiones. Al principio, necesitaban apuntalamiento, pero enseguida dieron el salto y entendieron que los iba a dirigir, pero con otro lenguaje, no transmitiendo una coreografía preestablecida”. La coreógrafa, siendo además ex alumna del Taller y habiendo trabajado en su staff, aplaude este proyecto, que considera muy alentador: “Antes de lanzarse a esta instancia más profesional, tener una con la experiencia de ser intérprete y trabajar con coreógrafos que provienen de mundos variados, sin dudas te prepara mejor. Este grupo, además de ser muy unido, es muy maduro. Pero, si algo les queda de alumnos, con esta experiencia se terminan de despedir. Además, es algo excepcional que sean tantos bailando y que los que vea mucho público. En los teatros independientes no tenés esa posibilidad. Esto es la gloria”.

Asimismo, se trata de un aprendizaje también para la propia coreógrafa, quien nunca había dirigido, ella sola, un grupo tan grande. Lo que se convirtió en todo un desafío y también en un espacio de visibilidad para su propio trabajo creativo, a través del cual pudo compartir y traducir en obra un episodio personal, sin intención de generar un biodrama. “No le explicito lo biográfico al espectador como algo mío. Lo que me pasó a mí seguro te pasó a vos o a alguien cercano. Planteo preguntas existenciales que puede hacerse cualquiera”. Preguntas en las que el yo se transforma en multitud. 

   

 

+ info de Yo es multitud

INFORMACIÓN IMPORTANTE PARA EL DÍA DE LA VISITA: