AUGUST STRINDBERG Y “DANZA MACABRA”

EL INFIERNO DEL MATRIMONIO

En Danza macabra, el gran autor sueco lleva al límite su visión descarnada de lo que alguna vez definió como “el infierno del matrimonio”, pero también propone un minucioso análisis de las relaciones entre las personas y una reflexión acerca del poder y la sexualidad.

En Danza macabra, el gran autor sueco lleva al límite su visión descarnada de lo que alguna vez definió como “el infierno del matrimonio”, pero también propone un minucioso análisis de las relaciones entre las personas y una reflexión acerca del poder y la sexualidad.

Por Luis Gregorich (*)

Junto con el noruego Henrik Ibsen, el sueco August Strindberg es uno de los artífices de los cimientos del teatro actual. De los dos grandes escandinavos, sin duda Ibsen es el más imponente, el más sólido; pero Strindberg, con su sensibilidad exasperada, con sus viajes hacia la locura y la pesadilla y con su implacable penetración psicológica, tal vez sea hoy el que se nos aparece como más moderno y vigente.

Strindberg nació en Estocolmo, Suecia, el 22 de enero de 1849. Su relación con la madre, que había sido sirvienta en su juventud, y que murió de tuberculosis en 1862, marcó fuertemente la niñez y la primera adolescencia del futuro escritor. Allí parece haberse arraigado en Strindberg el sentimiento de marginalidad, de cuestionamiento de los lazos familiares, que con tanto vigor repercutiría en su obra.

Tras estudiar medicina y humanidades en Uppsala, Strindberg se acercó al teatro, primero como actor —carrera en la que no tuvo mucha suerte— y, enseguida, como autor, aunque tampoco alcanzó éxito en una primera etapa. En realidad Maestro Olof, su primera obra importante, data de 1872.

En 1877 se casó con Siri von Essen, después de un escándalo público (Siri era la esposa de un barón, de quien se separó).
En la década de 1880, en plena madurez, publicó algunos de sus mejores dramas: Acreedores, Padre, La señorita Julia. Vivió largos períodos en Francia, y adoptó posiciones nihilistas y revolucionarias, que contradecían su vago misticismo juvenil. Entre tanto su matrimonio había entrado en crisis y finalmente se divorció en 1891. Se casaría dos veces más: en 1893, con la periodista austríaca Frida Uhl, y en 1901, con la actriz noruega Harriet Bosse.
Strindberg también escribió novelas, ensayos y obras autobiográficas. Después de 1890 pareció desinteresarse de la literatura y se acercó al estudio de la alquimia y del ocultismo; su libro Inferno (1897/98) es un inquietante testimonio de esa etapa, ya sembrada de algunos trastornos mentales.

Un nuevo período de creación y equilibrio se inició, para Strindberg, a su partida de París en 1898 y su consiguiente regreso a Suecia. Allí escribió, en años sucesivos, otras de sus mejores obras: Hacia Damasco, Gustav Vasa, Erik XIV, Danza macabra y, algo más tarde, La sonata de los espectros y El pelícano. Admirado y reverenciado, pero amargado y resentido con sus contemporáneos, Strindberg pasó sus últimos años en el aislamiento y el retiro, y murió en su ciudad natal el 14 de mayo de 1912.
Danza macabra fue considerado por Strindberg —por algún tiempo, ya que el escritor variaba bastante de opinión en este sentido— como su “mejor obra”. Lo fuese o no, es indudable que en este “drama familiar” su propia vida había servido de materia prima con mejores títulos que en cualquiera de sus otros trabajos para la escena. Se trata, en consecuencia, de una creación autobiográfica, y también de muchas otras cosas, pues los grandes escritores siempre saben trasmutar su experiencia personal en obras que tienen validez universal.
Se ha dicho de Danza macabra que su tema principal es el “infierno del matrimonio” o, mejor dicho, el infierno de la pareja humana en general. En efecto, los protagonistas —el Capitán, jefe de una remota guarnición; Alicia, su mujer, una ex actriz; Kurt, primo de esta última, que súbitamente llega al paraje— se debaten entre el odio, el resentimiento, la rutina y el deseo de venganza. Cuando concibió la obra, Strindberg ya había roto dos matrimonios (la redacción es de 1900), y ambas rupturas le habían dejado huellas lacerantes. Por supuesto, él mismo tenía una fuerte cuota de responsabilidad en tales separaciones; su carácter y sus exigencias no parecían las más adecuadas para una relación estable. Llegó a escribir en su diario: “Es posible que todo lo que haya vivido de horrendo yo mismo lo hubiera escenificado, para poder convertirme en autor dramático y describir todos los estados de ánimo y todas las situaciones...”

Además del tema central, hay en Danza macabra una sutil indagación de las relaciones interpersonales, en esos seres que chocan y se humillan insensatamente, para volver enseguida al apego y a la sumisión. El tema del poder, con sus claroscuros, resplandece a través de la patética figura del Capitán. Y una magistral ambigüedad, muy parecida a la vida, decreta al final de la obra que no hay inocentes ni culpables.

(*) Escritor y periodista, Luis Gregorich dirigió colecciones de libros como Capítulo Universal y Narradores de Hoy, el suplemento cultural del diario La Opinión (1975-79), fue editorialista de Clarín y colaborador habitual de la revista TEATRO del Teatro San Martín.

 

+ info de DANZA MACABRA

INFORMACIÓN IMPORTANTE PARA EL DÍA DE LA VISITA: