“TO BE CONTINUED”: OBRAS DE CHRISTIAN MARCLAY EN EL TEATRO ALVEAR

El poder de las imágenes para evocar el sonido

En su tercera edición, el Festival NO CONVENCIONAL presenta la obra de Christian Marclay, reconocido compositor, intérprete y artista visual que explora la relación entre las múltiples formas en que el sonido puede manifestarse visualmente. La nota que sigue ofrece una aproximación a la obra de un artista singular que cuestiona la idea de avance y progreso, a la que opone una naturaleza simultánea de la existencia.

“Siempre me interesó el sonido, pero nunca estudié música, por lo que tuve que inventar mis propias formas de producir sonidos. Así fue como empecé a usar discos y tocadiscos. Mis obras son composiciones visuales y sonoras. Me interesa ese ir y venir entre lo visual y lo sonoro. Todo mi trabajo tiene esa cualidad híbrida”. En esta confesión hecha hace unos años en Londres a Time Out se encuentra una síntesis de la búsqueda de Christian Marclay (1955), artista visual y compositor caracterizado por explorar los patrones de lenguaje que conectan el sonido, la fotografía, el video y el cine. A lo largo de las últimas décadas, este inquieto artista suizo-estadounidense desarrolló un amplio corpus que indaga la relación entre el sonido y la visión, en especial, las múltiples formas en que el sonido puede hacerse visible. 

Marclay será una de las principales atracciones de una nueva edición, la tercera, del Festival NO TRADICIONAL, el encuentro anual que presenta espectáculos en formatos atípicos, a menudo realizados en lugares inesperados y protagonizados en conjunto por artistas profesionales y amateurs. 

En su primera visita al país, este consagrado artista participará de la interpretación de un estreno mundial –Found in Buenos Aires, junto con Luc Müller de Suiza y músicos locales en el Parque de la Estación, Abasto– y coordinará ensayos de las demás performances que llevará adelante el reconocido ensamble suizo Babel junto con solistas argentinos en varios espacios, entre los que se cuenta el Teatro Alvear del Complejo Teatral de Buenos Aires.

La propuesta, que incluye conciertos acústicos, eléctricos, performances audiovisuales, muestras y actividades de formación, examina la producción de Marclay a través de su interés por la composición y el uso no tradicional de los instrumentos musicales clásicos. Y de cómo todo eso se relaciona con otros aspectos de su obra como el uso de las técnicas de apropiación y montaje, además de su compromiso con la performance y la participación de los espectadores. 

DE DUCHAMP AL PUNK ROCK 

Christian Marclay trabaja a partir de una estética de sampling y utiliza fragmentos de deshechos de la cultura popular para crear nuevas formas y significados. Para componer hace un uso interdisciplinario de la apropiación, el montaje, el remixing y la improvisación, prácticas que en sí mismas exceden los límites entre lo experimental y lo popular.

Por otra parte, sus collages y performances, sus conciertos y películas, cuestionan la visión supuestamente adulta y racional del mundo: con sus planteamientos, nudos y desenlaces, con su lógica espacial y temporal, Marclay pone en tensión la idea misma de avance y progreso. Y la opone a la naturaleza simultánea de la existencia: algo que no podemos concebir racionalmente, pero sí imaginar y evocar gracias a su obra. 

Aunque nació en California, Marclay pasó buena parte de su vida en Suiza y hace unos años que se radicó en Nueva York. Su obra inicial se sitúa en relación con la vanguardia y las tradiciones experimentales a través de los legados estéticos del dadaísmo, Marcel Duchamp, Jean Tinguely, John Cage, Fluxus y el happening. Pero también se vincula con la cultura popular a través de su participación en manifestaciones como el punk rock, los cómics, los fanzines, el cine y diversos aspectos de subculturas underground. Y si bien se interesó por figuras notables de las vanguardias históricas como Edvard Munch o el propio Duchamp, también entabló un diálogo con artistas contemporáneos de los distintos ámbitos por los que discurre su obra, como el director de cine Bruce Conner, la performer Laurie Anderson y el músico John Zorn, así como la banda Sonic Youth, entre muchos otros. 

Al principio de su carrera trabajó en el campo de la performance experimental, donde se destacó en el desarrollo del “turntablismo”: el uso de bandejas tocadiscos para crear composiciones, especialmente a partir de mezclas y la manipulación del sonido, y su relación con la “plunderfonía”, que indica el potencial compositivo del collage y el sampling sonoro. Marclay llegó a ser un destacado practicante de ambos.

 

MARCLAY Y EL TIEMPO REAL

En 2011, Christian Marclay se convirtió en un artista famoso en todo el mundo cuando en la Bienal de Venecia fue distinguido con el León de Oro al mejor artista por su obra The Clock, un film de 24 horas proyectado sin interrupciones en el que se alternan escenas de diferentes filmes del pasado y del presente, mientras una imagen muestra la misma hora en la muñeca de una mujer. De hecho, la obra es un reloj, pero está hecha de 24 horas de montaje de miles de escenas relacionadas con el tiempo de las películas, cuidadosamente editadas para ser mostradas en “tiempo real“: cada escena contiene una indicación de tiempo (por ejemplo, un reloj o un trozo de diálogo) que se sincroniza para mostrar la hora actual y así representa cada uno de los minutos de 24 horas. Más claro: The Clock es un copy/paste con fragmentos de miles de films en un collage que suena y se mueve. Sus historias se entrecruzan o se continúan o se anulan, en todo el siglo, por todo el mundo, de Godard a las Tortugas Ninja, de Bollywood a Hollywood, de Bette Davis a Brad Pitt.

Marclay la estrenó en la galería White Cube de Londres después de trabajar sobre doce mil fragmentos de películas y un presupuesto de cien mil dólares. La galería dispuso seis copias destinadas a instituciones y, durante el primer día de exhibición, ya se habían recibido propuestas de distintas partes del mundo. Marclay las vendió con la condición de que no fueran exhibidas al mismo tiempo y hoy disponen de copias de The Clock el Los Angeles County Museum, la Tate Modern de Londres, el Centro Pompidou de París, la National Gallery de Canadá, el Boston Museum of Fine Arts y el Israel Museum de Jerusalem. 

El éxito de The Clock fue tan inmediato y contundente que el propio Marclay se lamentó de que ese suceso obtenido terminara ensombreciendo al resto de su obra, sin dudas tan disruptiva e influyente como aquella que le terminó dando fama mundial. Al menos esa valoración tuvo en cuenta el Pompidou de París que, a principios de este año, le dedicó al maestro californiano del collage visual y sonoro una exposición con una selección de sus mejores trabajos en la que no figura, justamente, la mencionada The Clock.  

Sin embargo, en el Pompidou sí estuvieron Telephones, film de unos pocos minutos de duración que reconstruye una única y múltiple conversación al teléfono a partir de escenas de películas estadounidenses: allí aparecen teléfonos que suenan, otros que se descuelgan, unos que se responde y, al final, varios que se cuelgan. Un arco narrativo sencillo que, sin embargo, se multiplica hasta el infinito. También se programó Doors, film que sirve de espejo y conclusión lógica a The Clock: un bucle sin principio ni fin de escenas sacadas de la historia del cine, unidas por el momento en que una puerta se abre o se cierra. Así como The Clock trataba el tiempo como sustancia de nuestra existencia, Doors hace lo propio con el espacio: “construye una especie de laberinto mental, un palacio imaginario e imposible de arquitecturas y narrativas entrecruzadas por el que tenemos la sensación de perdernos o de andar en círculos infinitos”, según el propio Marclay.

 

MÚSICA PARA MIRAR

En el concierto que se ofrecerá en el Teatro Alvear, To Be Continued, la ejecución de las obras estará a cargo del ensamble suizo Babel, integrado por Antonio Albanese en guitarra eléctrica, Laurent Estoppey en saxofón, Anne Gillot en flautas y clarinete bajo, Luc Müller en percusión y Noëlle Reymond en contrabajo. Desde 2012 Babel viene colaborando con Marclay en proyectos como la grabación lanzada en 2016 con la discográfica suiza Aussenraum Records o la aplicación interactiva gratuita Walking Venezia, integrada por grabaciones hechas en el pabellón francés de la Bienal de Arte de Venecia en 2017. Además, participarán de la interpretación de algunas de las obras destacados artistas locales. 

El programa estará integrado por No! (2020), un conjunto de quince collages originales hechos a partir de fragmentos de cómics. Concebidos como una partitura gráfica para una voz solista, los originales fueron escaneados y convertidos en una edición para uso de los artistas intérpretes o ejecutantes. Si bien algunos de sus trabajos anteriores como Manga Scroll (2010) ya incorporaban onomatopeyas desconectadas de su acción generativa, No! utiliza expresiones vocales, faciales y movimientos corporales para impulsar una actuación. “Al igual que mis partituras gráficas de los noventa, el uso de palabras que ilustran sus contrapartes sonoras involucra visualizaciones no tradicionales del sonido como una posibilidad para generar música”, dice Marclay. Al igual que en sus obras de música y vídeo, que unen grabaciones encontradas y material cinematográfico, los segmentos del cómic se seleccionan y recontextualizan de manera vibrante y dinámica.

La mencionada Manga Scroll (2010) es una composición que consiste en onomatopeyas desconectadas de sus acciones generadoras, encontradas en series de cómics de manga publicados originalmente en Japón pero traducidos para el mercado estadounidense. Impresos en blanco y negro, en papel de diario, los comics fueron cortados y hechos collage sobre un pergamino de casi veinte metros de largo. Este tipo de pergamino, inventado en el siglo XI, es considerado el antecedente de la novela gráfica japonesa contemporánea. Habiendo sido despojado de su contexto dramático, los efectos de sonido son encadenados en una sola composición larga pensada para ser interpretada por voz.

Screen Play (2005) es una partitura musical proyectada, hecha con imágenes en blanco y negro cuidadosamente editadas, y superpuestas con gráficos animados por computadora de colores brillantes, reminiscentes a los puntos y líneas de la notación musical tradicional. Estas señales visuales sugieren a los músicos emoción, energía, ritmo, tono, volumen y duración. Aunque no se especifica ninguna instrumentación, la partitura está pensada para un ensamble pequeño.

Finalmente, To Be Continued (2016), la obra que da título al concierto, es un collage de imágenes encontradas en múltiples libros de comic, creada como una partitura gráfica para el Ensamble Babel. Basándose en las ilustraciones, la agrupación improvisa durante 30 segundos por página (son 48 páginas en total) interpretando el libro en un concierto sin cortes.

 

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