ENTREVISTA CON JUAN DIEGO BOTTO, AUTOR Y PROTAGONISTA DE “UNA NOCHE SIN LUNA”

Federico hoy

El autor e intérprete de la obra que se presenta en la Sala Martín Coronado revela en estas líneas el proceso de creación de un espectáculo que explora acontecimientos de la vida del poeta granadino para echar una mirada a nuestro presente

Si bien su rostro aún conserva los rasgos juveniles de Martín (Hache), el film de Adolfo Aristarain por el cual es recordado en la Argentina, en España, donde está radicado desde su infancia, Juan Diego Botto es hace tiempo un reconocido actor de teatro y de cine, además de director, dramaturgo y guionista. Su participación en títulos como Silencio roto de Montxo Armendáriz, Plenilunio de Imanol Uribe o Vete de mí de Víctor García León posibilitaron su proyección internacional en films como The dancer upstairs de John Malkovich (junto con Javier Bardem y Laura Morante), Bordertown de Gregory Nava o El Greco de Iannis Smaragdis. En los escenarios, como autor y actor destacan entre otras producciones Un trozo invisible de este mundo (dirección de Sergio Peris-Mencheta, premios Max al mejor Autor Revelación y al mejor Actor), Despertares y celebraciones (dirección de Cristina Rota, su madre), La última noche de la peste (dirección de Víctor García León), El privilegio de ser perro (dirección y dramaturgia propia) y El rufián de la escalera (dirección de Cristina Rota), además de versiones de Hamlet y Coriolano de William Shakespeare. Reconocido en 2021 en España con el Premio Nacional de Teatro, en 2022 escribió y dirigió su primera película, En los márgenes, proyectada en festivales como Venecia y San Sebastián, y protagonizada por Penélope Cruz. 

De regreso en la Argentina (país donde nació y a cuya ciudadanía nunca renunció), Juan Diego Botto estrena en el San Martín Una noche sin luna, un unipersonal de su propia autoría en el que asume la piel de Federico García Lorca para recorrer, en primera persona, fragmentos de la obra, charlas, conferencias y entrevistas del poeta que resultan particularmente reveladoras en la actualidad, un constante juego de espejos entre pasado y presente.

Una noche sin luna se presentará en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, un escenario especialmente significativo para el autor y actor: “Mis padres estudiaron teatro con Agustín Alezzo y, cuando terminaron su formación, el maestro los convocó para integrar el elenco de Romance de lobos de Valle-Inclán, un espectáculo que se estrenó en este Teatro, en la sala mayor, la Martín Coronado, que fue muy importante porque lo protagonizaba Alfredo Alcón y, trabajando en esa obra, mis padres se hicieron novios. Si no fuera por ese espectáculo hoy no estaría aquí y ahora hablando contigo. Unos años después nacía yo y la historia de este país quiso que hubiera un golpe en 1976 y a mi padre lo desaparecieran en 1977. Eso forzó nuestro exilio a España un año después, por lo que cargo este acento y toda mi vida se desarrolló en Madrid. Volver ahora a la Argentina con un espectáculo sobre la memoria, porque es un homenaje a García Lorca, pero también a la memoria de toda una generación que luchó por la democracia en España, es para mí especialmente movilizador. Creo que el de la memoria es un tema ineludible en este momento, para España y quizás para la Argentina también. En cualquier caso, es un tema pertinente a nivel familiar. La memoria es, sin dudas, un tema recurrente en mi teatro. 

 

‒Tengo entendido que, como suele suceder, este espectáculo nació con un propósito muy diferente al que terminó plasmándose…

‒Tenía la intención de hacer un recital sobre Lorca con sus poemas, fragmentos de monólogos, charlas y conferencias. Y mientras leía la magnífica biografía de Ian Gibson, para mí la mejor de todas sobre el poeta, tuve la sensación de que el momento histórico que le tocó vivir a Lorca y las decisiones que tomó podrían estar sucediendo hoy. Acontecimientos propios de los años treinta que resonaban con tremenda actualidad, más allá de las obvias salvedades históricas. Y entonces decidí escribir una obra original, con la sensación persistente de que podía darse un juego de espejos perfecto entre el tiempo de Federico y nuestro presente, entre aquellos años treinta cuando germinaban el fascismo y los populismos de derecha, con el resurgimiento de una extrema derecha que parecía enterrada. Y no solo en España: en Italia ya gobierna y en Francia parece que no falta mucho para que lo haga. Ese fue el motor que me impulsó a escribir la pieza. 

 

‒¿Qué sensaciones aparecieron frente a la obra realizada?

‒Cuando la terminé, por primera vez me sentí verdaderamente feliz y orgulloso de mí mismo por haber escrito una obra eminentemente española, pues no hay nada más español que Federico García Lorca. Sin ningún vínculo con mi historia personal. Estaba escribiendo una obra sobre España. Porque todo mi teatro anterior (con ésta llevo escritas seis piezas), está vinculado de una u otra forma con la Argentina, por lo que aparecen temas como el exilio, la dictadura o la impunidad.  

 

‒Pero no era tan así…

‒Pues bueno, resultó que mucho tiempo después, cuando estábamos ensayándola para estrenarla, el director Sergio Peris-Mencheta me pidió que escribiera un texto sobre la obra para enviar como promoción a los teatros. Me senté a escribir unas líneas, casi mecánicamente, y ahí fue que me di cuenta de que había escrito una obra sobre un desaparecido, alguien que fue detenido ilegalmente, llevado a un centro clandestino, torturado, fusilado y su cuerpo hecho desaparecer. Al punto que, al día de hoy, no sabemos dónde está enterrado Federico García Lorca. Fue una verdadera sorpresa. 

 

‒Sin darse cuenta, había vuelto a escribir sobre un tema que evidentemente lo atraviesa. 

‒Volvió la sensación de que, al fin de cuentas, desde diferentes lugares, a través de prismas distintos, siempre termino escribiendo sobre el mismo tema. Y está bien, hay que abrazarlo porque uno tiene que aceptar quién es. 

 

‒¿Cuáles fueron las resonancias de la obra entre los diferentes públicos y cómo cree que será aquí, en la Argentina?

‒En España ha ido muy bien, mucho mejor de lo esperado. Ni con las mayores expectativas hubiera imaginado que la obra iba a tener la conexión que alcanzó con los espectadores. Yo la escribí porque a mí me emocionaba, era algo que quería contar. Pero no tenía idea si iba a interesar a alguien más. Es como si esta obra dijera aquello que necesitamos escuchar en este momento. Porque creo que hay un componente extra en Una noche sin luna que no tiene que ver conmigo, ni con el texto, ni con la obra. Tiene que ver con acertar con el momento histórico. No me quiero quitar ningún mérito, pero más allá de lo que pudimos haber hecho bien con Sergio y con todo el equipo, creo que hay algo que tiene que ver con este tiempo tan particular. Es probable que, si se hubiera estrenado cinco años antes o cinco después, la obra no hubiera generado lo mismo. Hace tres semanas la presentamos en Bogotá y pensé que, tal vez, los espectadores no iban a entender cierto sentido del humor de la pieza que está muy referenciado a la realidad española. Sin embargo, el público se reía en los mismos momentos que cuando se representó en Madrid o en Barcelona. Indudablemente, más allá de los procedimientos, hay temas que encuentran resonancias en cualquier lugar. O en aquellos que tienen una historia similar por haber atravesado tragedias parecidas. Un pasado donde la memoria ocupa un lugar importante: recordar, no olvidar. Y aquí, en Buenos Aires, confío que también encontrará una resonancia especial. 

 

‒Con un material tan rico y abundante como el que propone el universo lorquiano, ¿cuáles fueron las elecciones para construir la dramaturgia? 

‒Nosotros tratamos de develar las decisiones que tomó Lorca y que provocaron su fusilamiento en la madrugada del 18 de agosto de 1936. Lo que hizo Federico para convertirse en España en una figura tan amada como odiada. A tal punto que es uno de los primeros que fusilan tras el golpe a la República, justo un mes antes, en julio de 1936. Es un recorrido por su vida y su obra. Donde aparecen su compromiso estético, pero también ético y político. Sus amores y sus amantes. Y su identidad sexual, ya que su homosexualidad es un tema que no se puede eludir. El propio Lorca, en primera persona, va contando aspectos de su vida. Y todo con mucho humor porque, quienes lo conocieron, lo describen como un tipo sumamente carismático, divertido y gracioso, que era el centro de cualquier reunión. Y quisimos ser fieles a esa imagen que todos transmiten de Lorca. 

 

‒Los porteños podemos dar fe de esa personalidad vivaz. Los meses que estuvo en la ciudad no se quedó precisamente encerrado en la habitación del Hotel Castelar. 

‒Sin dudas. Buenos Aires fue una ciudad muy importante para Lorca porque es donde por primera vez alcanzó el éxito de su teatro. Él vivía con enorme culpa el tener que vivir de sus padres. Y aquí empieza a disfrutar no solo de su independencia económica sino también a recibir el respeto de los artistas y el cariño del público. Por eso viene por tres semanas y va postergando su regreso a España. Sin dudas, Buenos Aires le cambio la vida a Federico. 

 

‒Como autor teatral, ¿qué le envidiaría a Lorca? 

‒Pues todo. Para mí es uno de los más grandes dramaturgos en lengua castellana… y no sólo castellana. Antes que dramaturgo, Lorca fue poeta y músico, y ambas disciplinas están presentes en la forma tan particular de su teatro. Su lenguaje profundo, bello, sensible, sin dudas es deudor de su vena poética, así como esa musicalidad en las voces de sus personajes. Su teatro combina la sensibilidad de lo más esencial del ser humano con un dibujo exacto, preciso del contexto social que lo rodea. Esa combinación es extraordinaria y no tan fácil de encontrar en otros autores. Y nadie como él ha sabido retratar el mundo femenino de la España de entonces, ese mundo angosto, estrecho, represivo. Tampoco la dificultad del amor, los amores ocultos. Creo que esa identificación con el mundo represivo de la mujer estaba vinculada a la necesidad de reprimir su homosexualidad, su propio espacio de libertad para expresar el deseo. Por otra parte, como creador de grandes personajes como Mariana Pineda, Yerma o cualquiera de las hermanas de Bernarda Alba, Lorca está a la altura de un Chéjov o un Molière.

 

‒Es muy significativa, bella se diría, la forma en que encontró el título del espectáculo. 

‒Sí, sobre todo porque al principio había pensado en uno que era horrible. Hay una carta que le escribe Lorca a un amigo suyo donde le dice: “estamos todos como peces amarrados a un punto sin conciencia”. Que es una frase que a mí me gusta mucho. Y recuerdo que le dije a Luis García Montero, un gran poeta español y muy conocedor de la obra de Lorca, “voy a titular al espectáculo Peces amarrados a un punto sin conciencia”. Luis me miró y me dijo: “Ni se te ocurra ponerle ese título horroroso. Es como de erudito de manual”. Enseguida le di la razón. Y no sabíamos cómo ponerle hasta que un día, conversando con mi hermana Nur, que es la productora del espectáculo, y el director Peris-Mencheta, les comenté lo curioso que resultaba que justamente a Lorca, el poeta lunero por excelencia, lo hubieran fusilado en una noche sin luna. Y Nur me dijo: “¡ya está! Ese es el título: Una noche sin luna”. 

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