HAMLET, UN ENIGMA
Desde hace cuatro siglos, Hamlet de William Shakespeare representa la verdadera medida de lo teatral. Una obra tan llena de misterio, extravagancia y monstruosidad que, inevitablemente, ha seducido a grandes actores y directores del teatro y el cine, como así también a artistas y pensadores. Algunos de ellos se pronuncian sobre su permanente influjo sobre la cultura de Occidente en las líneas que siguen.
El desconcierto de Hamlet es una prolongación del desconcierto de su creador frente a su problema artístico. Ninguna de las posibles acciones puede satisfacerlo, y nada que Shakespeare pueda hacer con la trama puede realmente expresar a Hamlet.
T.S. Eliot
Hamlet y sus problemas. En The Sacred Wood and Major Early Essays (Dover Publications, 1998)
El efecto de Hamlet sobre la cultura del mundo es incalculable. Después de Jesús, es la figura más citada en la conciencia occidental; nadie le reza, pero tampoco nadie lo rehúye mucho tiempo. Más que familiar y sin embargo siempre desconocido, el enigma de Hamlet es emblemático del enigma mayor del propio Shakespeare: una visión que lo es todo y no es nada, una persona que fue (según Borges) todos y ninguno, un arte tan infinito que nos contiene, y seguirá conteniendo a los que probablemente vendrán después de nosotros.
Harold Bloom
Shakespeare. La invención de lo humano (Anagrama, 2002)
Hamlet no es una fiesta gratuita del lenguaje. Es posible descifrar esa obra de la misma manera que es posible descifrar nuestro mundo, a condición de entender que la obra pone en cuestión la venganza. Así es como Shakespeare pretendía que se leyera Hamlet y así es como debería haberse leído esa obra desde hace mucho tiempo. Si hoy, en un momento singular de nuestra historia, nosotros seguimos sin poder leer Hamlet a contrapelo de la idea de venganza, ¿quién podrá hacerlo?
René Girard
Shakespeare. Los fuegos de la envidia (Anagrama, 2006)
Él es un soñador, y se le ordena que actúe. Tiene naturaleza de poeta, y se le pide que se las vea con las complejidades comunes de causa y efecto, con la vida en su materialización práctica, de la que no sabe nada, y no con la vida en su esencia ideal, de la que tanto sabe. No tiene idea de qué hacer, y su desvarío es fingir desvarío. Bruto se sirvió de la locura como manto para ocultar la espada de su resolución, la daga de su voluntad, pero para Hamlet, la locura es una mera máscara con la que ocultar la debilidad. En hacer gestos y chistes ve una ocasión de demorarse. Juega con la acción como juega un artista con una teoría. Se hace espía de sus propias acciones, y escuchando sus propias palabras sabe que no son sino “palabras, palabras, palabras”. En lugar de héroe de su propia historia, pretende ser espectador de su propia tragedia. Descree de todo y de sí, pero su duda no le ayuda, porque no nace de escepticismo, sino de una voluntad dividida.
Oscar Wilde
De Profundis (Siruela, 2016)
Por la forma en que se lo viene montando a lo largo de los últimos cien años, Hamlet se ha convertido en un ícono de la neurosis y la angustia posfreudiana que tiene muy poco que ver con lo que escribió Shakespeare. Hamlet fue concebido por su autor como un joven brillante y hermoso que termina siendo destruido por las maquinaciones del mundo que lo rodea.
Dominic Dromgoole
Ex Director Artístico de la Shakespeare´s Globe Company
Lo que nos interesó de Hamlet fue la pregunta por el “ser o no ser”, en su doble sentido. Por un lado, en cuanto a la dimensión técnica de la actuación: la idea de qué es “ser” escénicamente, es decir, el problema de “ser” y “sentir” o de “ser” y “no sentir”. Por otro lado, en cuanto al orden existencial, el interés por Hamlet derivó de ciertas sensaciones o preocupaciones sobre el lugar del actor en la sociedad, frente a la creación y la actuación brutalmente artificiales instaladas en las situaciones dramáticas sociales, en los medios, en la política. Percibíamos la política como un artificio actoral muy elevado. Frente a los políticos, el trabajo del actor y el espacio de la actuación quedaban muy reducidos y nos cargaban de dudas. La pregunta era si tenía sentido actuar en una realidad tan dramatizada, tan actuada. El valor de la mentira como elemento de construcción política en la actuación estaba muy desprestigiado porque funcionaba como modalidad constante en el colectivo social.
Ricardo Bartís
Actor, director y dramaturgo. Diálogo con Patricia Devesa sobre su montaje de Hamlet o la Guerra de los Teatros en el Teatro San Martín en Peregrinaciones de Shakespeare en la Argentina (Libros del Rojas, 1996)
El enigma de Hamlet es un enigma para la razón, no para el entendimiento. La razón debe crecer para tratar de abarcarlo, para acercarse a él, sin terminar de conseguirlo. Llega un momento en que las interpretaciones parecen nuevos, sucesivos fantasmas de una pesadilla: porque como Joyce le hace decir a Stephen en Ulises, Hamlet es una historia de aparecidos, como Macbeth es una de brujas. Y de la pesadilla de aparecidos que es Hamlet, la inmovilidad es el rasgo más pesadillesco, como un sueño en que uno intenta caminar sin lograrlo porque percibe el peso, la sensación física del cuerpo acostado, sin terminar de comprender que uno está acostado.
Daniel Samoilovich
Escritor, poeta y traductor. Variaciones Shakespeare (Revista TEATRO del Teatro San Martín, 2004)
Hamlet no es sólo la obra más conocida y estimada de Shakespeare, sino que probablemente sea la obra de teatro por excelencia, imposible de comparar con cualquier otra, pasada, presente o futura.
Luis Gregorich
Ensayista y traductor. Responsable de la versión de Hamlet estrenada en el Teatro San Martín en 1980.
Un clásico es una obra que ha modificado hasta tal punto la realidad (no solo literaria) posterior o anterior, que ya resulta indistinguible de ésta. Somos lo que Hamlet ha hecho de nosotros. El genio se construye a posteriori: con cada interpretación, cada reescritura, cada traducción y puesta, genializamos cada vez más a Shakespeare. No es que Shakespeare anticipara nada, sino que, como propuso Oscar Wilde, la vida copia a Shakespeare, tan bien como puede. Si Hamlet hubiera sido olvidada en un cajón y apareciera recién ahora, no sería tan genial, ni tan relevante a nuestro tiempo, porque nuestro tiempo sería bien otro: cuatrocientos años sin Hamlet no pasan en vano.
Carlos Gamerro
Escritor y traductor.
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