La añoranza de tiempos pasados

“Una mirada estética y poética y una técnica precisa son los atributos del fotógrafo de esta muestra que busca retratar los vestigios de aquellos que en algún momento fueron pueblos vivos y hoy se encuentran al borde de la desaparición”, dice Helena Ferronato, coordinadora de Artes Visuales del Complejo Teatral, sobre la muestra que se expone en la Fotogalería

Por Helena Ferronato

 

Durante más de un siglo (1870-1995), el ferrocarril cumplió un papel estratégico y paradigmático en la unión del extenso territorio nacional, así como en el traslado de la producción agrícola ganadera y también de pasajeros. Fue la locomotora a vapor fundadora de cientos de pequeñas aldeas que, con el tiempo, se transformaron en ciudades y la que posibilitó que millares de inmigrantes europeos se asentaran en Cuyo, en el Norte, el Litoral, la Pampa húmeda y en la Patagonia. Una esperanza de crecimiento y prosperidad se fue plasmando por su traza en forma de abanico, cuyo vértice estaba en los puntos de Buenos Aires y Rosario. Claramente, el ferrocarril se constituyó en el motor del proceso agroexportador que permitió llamar a la República Argentina “el granero del mundo”.

 

Fue el inicio de un período que prometía prosperidad, unión y trabajo. Luego continuó uno de los inexplicables momentos de nuestra historia: la privatización de los trenes junto con el desmantelamiento pausado pero sostenido de miles de kilómetros de vías que provocaron que pueblos y ciudades enteras quedaran desconectadas y, poco a poco, se fueran apagando.

 

El proyecto de producción fotográfica Las catedrales de la nostalgia busca inmortalizar a aquellos pueblos de la provincia de Buenos Aires que sufrieron ese abandono. Rodrigo Illescas, a partir de una mirada estética y poética junto con una técnica precisa, busca retratar los vestigios de aquellos que en algún momento fueron pueblos vivos y hoy se encuentran al borde de la desaparición. Sin embargo, aún no han desaparecido, porque quedan habitantes y, aunque son pocos, se erigen como “catedrales de la nostalgia”, añorando un pasado dorado que hace tiempo se opacó y un presente que pareciera haber quedado suspendido en el tiempo.


“No perdamos nada de nuestro tiempo. Quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro”, reflexionaba Jean-Paul Sartre allá por 1964 en Las palabras. Destacaba entonces la importancia de aprovechar el tiempo presente y aceptar la realidad tal como es, sin olvidar que puedo haber momentos más bellos en el pasado pero que es el presente el único tiempo que tenemos y con el cual podemos construir el futuro que deseamos. 

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