ENTREVISTA A ANDREA SERVERA

LA DANZA ES EL OTRO

Andrea Servera presenta Mirame, estoy dejando de ser yo. Una fiesta poliamorosa, trans, emotiva y mutante en la que el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín abandona lugares fijos para llenarse de brillo, color, danzas urbanas y música de BIFE. “Me parece de mucho sentido la mezcla, cruzar personas y mundos, y dejarme sorprender con lo que aparece”.

Andrea Servera presenta Mirame, estoy dejando de ser yo. Una fiesta poliamorosa, trans, emotiva y mutante en la que el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín abandona lugares fijos para llenarse de brillo, color, danzas urbanas y música de BIFE. “Me parece de mucho sentido la mezcla, cruzar personas y mundos, y dejarme sorprender con lo que aparece”.

Andrea Servera no tenía en su imaginación ni en sus planes ser convocada por la dirección del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Venía de cerrar una etapa con su compañía, el Combinado Argentino de Danza (CAD), y la entusiasmó reencontrarse con un espacio fundamental en su vida. Se formó en el Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín y descubrió la danza contemporánea en la Martín Coronado, con las que fueron sus referentes bailarinas: El capote, de Ana Itelman, en el que bailaba Norma Binaghi; Inés Sanguinetti con Nucleodanza, y los delirantes y bellos solos de Iris Scaccheri. “Para mí fue entender la danza, ver a alguien poseído por la danza y sentirme completamente identificada con eso”.

Servera había estudiado danzas clásicas en el conurbano y Neuquén. A través de un novio curioso por la “movida porteña”, vino de Morón para estudiar danza. Su novio estudiaba con Guillermo Angelelli, quien  fue la primera persona que le habló a Servera de la danza contemporánea, y le recomendó estudiar con Ana Kamien, su primera maestra. Un año después dio el examen para ingresar al Taller de Danza, en el que se forman bailarines que pueden ser convocados para el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. 

Mirame, estoy dejando de ser yo se presenta en un programa doble junto a El carbonero. Un programa de contrastes en el que los bailarines del Ballet muestran su versatilidad para pasar, intervalo de por medio, a propuestas tan distintas. “Inspira hacia un lugar sencillo, amoroso, lindo”, afirma Servera. El espacio tiene un fondo tornasol que va cambiando de color, inundado por la sorpresa y el brillo. El Ballet se vuelve cuerpo colectivo, contemporáneo, fascinante y tribal, dispuesto a modificar, soltar y dejar lugares preestablecidos. Los roles, los códigos y las maneras se modifican en su despliegue. 

Es la primera vez que trabaja con la compañía. Servera pensó, entonces, en la posibilidad de mutar el lenguaje, partir de un lugar de origen (“volver de otra forma, conectarme con este lugar y lo que para los bailarines de danza contemporánea significa”) y ver hasta dónde podían llegar en relación al movimiento. “Me gusta traer cosas a mundos donde nunca estarían.” En el espectáculo, los intérpretes trabajan con recursos del popping, el breaking y la danza contemporánea, tienen vestuarios que se van transformando, no se diferencia si se tratan de hombres o mujeres.  Además, el dúo musical BIFE canta en vivo cumbias no machistas, canciones pop antirománticas, boleros no heteronormativos.

 La danza está en un momento de muchísima mixtura, según Servera, en que las compañías más interesantes están cruzando los lenguajes del movimiento con lo social y lo plástico. En el Combinado Argentino de Danza, la coreógrafa experimentó con otros lenguajes (hip-hop, folklore), con bailarines principiantes o personas que bailaban por primera vez en plazas, cárceles y hasta en los recreos de las escuelas. “Hay una jerarquía de lenguajes de “alta” cultura y “baja” cultura, o que un lenguaje por ser “superior” merece otro tipo de escenario”. Servera cree en una relación mucho más par, un terreno colectivo que permita una construcción con el otro. Estas sensaciones, conceptos, ideas de movimiento están presentes en Mirame.., la voluntad de correrse de categorías fijas.

Con Mariela Puyol, quien realizó la asistencia coreográfica, empezaron reuniendo material a partir de ejercicios. “En el Ballet hay bailarines hermosos que tienen ganas de cruzarse con otras formas. Trabajamos sobre la idea de lo que uno tiene, para poder soltar la historia personal en relación con el movimiento, agarrar del otro, ser por un rato otras personas, otro bailarín, entrar a otro lenguaje, volver a recuperar lo tuyo, jugar”. El dúo musical BIFE, además, viene a poner la palabra. Sus canciones hablan del otro, otra, otre: soltar lo que se es, esa ficción; arrojarse a la aventura de lo desconocido.

Y si de mutaciones se trata, Servera, durante el proceso de montaje de la pieza, se vio enfrentada a la dificultad de caminar por una dolencia en la cadera que la llevó a operarse. Reflexionando sobre estas coincidencias, afirma que la obra intenta una modificación más pensada y dirigida desde el comienzo, “pero cuando de pronto aparece BIFE, la canción, la palabra, llega algo de otro planeta, sin que te lo imagines. Si estás perceptivo, permeable y disponible a mutar te transforma intuitiva y profundamente. Como las sorpresas, los accidentes, lo inesperado.”

La danza en este caso, llega hasta el público, literal y metafóricamente. Los bailarines bajan a la platea y la Sala Martín Coronado se vuelve fiesta colectiva. “Se habla mucho de los nuevos públicos, y la única manera de generar ese cambio es que la danza vaya a la escuela, a las cárceles, que pueda llegar a lugares donde nunca llegaría”, reflexiona Servera. “Tener la oportunidad de conocer algo que te apasiona es bastante único. El problema es la falta de oportunidades. En Mirame… los bailarines se van transformando, pero no para llegar a un lugar, a donde lleguen tendrán que seguir.”

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