"FERVOR. HACER DE LA DANZA UN ACTO DE ARDOR" DE JOSEFINA GOROSTIZA

LA MILITANCIA DEL ENTUSIASMO

“Me interesa mucho la presencia, que tenga sentido en la escena, estar viendo algo vivo, al mismo tiempo y en el mismo lugar”, dice la coreógrafa de "Fervor", la obra que volvió en 2022 al Hall Alfredo Alcón tras la cancelación que sufrió a poco de su estreno en 2020 por causa de la pandemia. “Quería investigar esa vitalidad porque para mí las artes escénicas y del movimiento son eso: el encuentro con lo vital”

Julieta Rampulla

Cuando empezó 2020 nadie se imaginó, al menos en Buenos Aires, que dos meses y medio después iba a pasar lo que pasó. La coreógrafa Josefina Gorostiza, que venía de presentar un espectáculo tan potente como Coreomanía, había recibido la propuesta de Andrea Chinetti, directora del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, de montar en el Hall principal una obra con la compañía. Después de un corto e intenso período de ensayos, estrenaba Fervor. Hacer de la danza un acto de ardor, junto con Bajo el signo de Saturno de Laura Figueiras y Carla Rímola. Gorostiza recuerda los disparadores iniciales de su creación: “Me parece súper estimulante trabajar con el Ballet y buscaba traccionar algo de la celebración de la danza como tal, que quizás suene vacío, pero quería encontrar en ellos esa celebración diaria, a partir de las múltiples posibilidades que tienen; son como máquinas y súper héroes. Con toda esa información, pueden generar un montón de universos, que se superponen con las singularidades de cada uno. Quería investigar esa vitalidad porque para mí las artes escénicas y del movimiento son eso: el encuentro con lo vital. Me interesa mucho la presencia, que tenga sentido en la escena, estar viendo algo vivo, al mismo tiempo y en el mismo lugar”. Pero, paradójicamente, se ofrecieron dos funciones de la coreografía y enseguida se decretó el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio por la pandemia, que impidió todo encuentro presencial posible.  

Transcurridos dos años y diversas olas de contagios de COVID, surgió la oportunidad de reponer el espectáculo en 2022, recuperar el entusiasmo y volver a contagiar pero –ahora– las ganas de reunirse y bailar. En Fervor hay 23 bailarines que, por momentos, están todos juntos en escena, porque la coreógrafa quiso crear con la mayor cantidad de intérpretes posible. Junto a ellos se presenta en vivo el DJ Kchi Homeless (Facundo Montoya), que compuso la música de la obra en el mismo proceso de ensayos (y sigue haciendo pruebas aún en las funciones). Gorostiza aporta algunas claves de dicho proceso: “Trabajé con un clásico: no hay una persona igual a otra en el planeta Tierra; para mí eso es maravilloso, así que se exacerbaron las singularidades de cada uno, pero siempre a favor del equipo. Indagamos en lo que cada integrante tiene como hábito, sin limpiarlo, sino explicitando de qué manera apuestan y prueban en una improvisación, cómo miran, pero siempre en pos del movimiento en manada, tirar para el mismo lado, construir entre todos esa celebración que sólo es posible entre varios, o que por lo menos a mí no me interesa en soledad”. 

En esa etapa de gestación creativa trabajaron con la frase “me gusta bailar así”, relacionada al deseo, a las ganas, al goce en relación a distintos lenguajes de movimiento y territorios para articular que emergían con la música en vivo. Les preguntó qué otras danzas bailaban y “allí surgieron los desprendimientos de cada uno en el grupo –señala Gorostiza–; además a mí me interesaba mezclar capas del ballet, del folclore (como el malambo), del jazz; quería jugar con la capacidad que tienen de poder hacer todo tipo de danzas”. Y así se descubre en la obra desde la energía cinética del animé hasta la fuerza más terrenal del flamenco, pasando incluso por una cita de Bolero de Maurice Béjart (otra versión del "Bolero" de Ravel, la de Ana María Stekelman, ya un clásico del repertorio del Ballet, completa este programa). Y lo distintivo del espectáculo es que pasan de un estilo a otro muy diferente sin solución de continuidad, con transiciones muy bien logradas, gracias a la fluidez de la música de DJ Kchi Homeless. “Lo sonoro sostiene la mezcla, aporta los enlaces, da orden al caos”, afirma la coreógrafa de Fervor. El entramado entre toda esa heterogeneidad se logró también gracias al “abrir y soltar. A mí hay algo que me pasa con el trabajo escénico que responde mucho al sentido de estar ahí, respirar juntos, encontrarnos y, a partir de ese encuentro, generar un cambio de movimiento en el espacio, un cambio de gesto en el otro con el paso del tiempo del cuerpo en la escena”, explica.

Para Gorostiza la narrativa está en ese acontecimiento, en el movimiento conjunto en sí mismo, “pensándolo no como medio para un relato y sin que se torne críptico. Es difícil porque la danza tiene un misterio maravilloso, pero a veces cuesta entrar porque se trabaja sin enunciar, sin la palabra. Pero palabra y cuerpo no están separados, al bailar lo más interesante es lograr ese pensamiento eficaz, animal, de resolver desde abajo hacia arriba. Una y otro son indivisibles”. La coreógrafa expresa la búsqueda de otro tipo de “contacto con el que ve, que haya sensación de vitalidad, deseo, calentura. La danza es muy erótica”. Y en efecto, Fervor interpela al espectador, lo convoca, lo involucra, lo envuelve. Difícil no ser afectado por su potencia, su energía desbordante, su fuerza arrolladora. Gorostiza confiesa, en este sentido, que es una “militante del entusiasmo”. Pero si bien “está todo muy manijeado, muy para arriba, la idea no es mostrarse de una manera en particular, sino dejarse ver con lo que sucede en ese momento. Bailar es como una forma de transformar. Es incapturable porque la energía se mueve todo el tiempo. De la misma manera, no hay una lectura unívoca. Se dispara una pluralidad de sentidos, es ‘elige tu propia aventura’, aunque también el lenguaje del movimiento puede llegar a ser muy rígido”. 

“La pandemia fue un palazo”, subraya Gorostiza. A fines de 2020 se fue a España y desde ese momento se encuentra trabajando como docente y coreógrafa en Madrid (a fines de marzo de 2023 estrenará allá Cantatas eufóricas, sobre música de Bach con 9 intérpretes y DJ en vivo). Cuando se planteó la posibilidad de volver a montar Fervor en 2022, las herramientas desarrolladas durante la pandemia fueron útiles para que ella pudiese ensayar a distancia por medio de una plataforma virtual. Las asistentes del Ballet Contemporáneo, Elizabeth Rodríguez y Melisa Buchelli, trabajaron con los bailarines antes de que la coreógrafa los viese nuevamente en vivo: “ellas son clave (como antes lo fue Diego Poblete, hoy codirector de la compañía); el ojo que tienen y el apoyo que brindan es fundamental”. Pero precisamente para una obra como ésta también era fundamental que Gorostiza estuviese en el espacio del Hall junto a los integrantes del Ballet marcando y corrigiendo y viviendo con ellos el proceso final antes del reestreno en 2022. “Hay algo que se reactualizó en Fervor de lo que me interesaba originalmente. Es más urgente que antes estar ahí”, reflexiona. “Con la pandemia se hizo más claro cuánto de lo que hacemos necesita del aquí y ahora, de la presencialidad, de estar presente”. 

El desafío es que se genere ese efecto “aurático” de las artes escénicas en el Hall Alfredo Alcón, un espacio que según la coreógrafa facilita la fuga de la atención. Pero a la vez es un punto de encuentro que puede albergar una gran masa de bailarines, 23 individualidades amalgamadas con y gracias al DJ, y un público que se acerca muchas veces de manera espontánea y que cuando se “engancha” y se queda observando es, en palabras de Josefina Gorostiza, “una  conquista”. La conquista del lenguaje del movimiento, tras una seducción sin palabras, pero de una fuerza irresistible.

Autor: Victoria Eandi

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