LA CUESTIÓN DE GÉNERO Y LA ESCENA

MASCULINIDADES LIBRES Y DIVERSAS

Se estrenó Retratos de masculinidades, con dirección de Ariel Gurevich, en la Sala Cunill Cabanellas. Una propuesta que indaga la relación entre las artes escénicas y las masculinidades no sexistas, apelando a la creatividad y con enfoque en la igualdad de género.

Retratos de masculinidades se inició a partir de un concurso del área de Formación Artística del Complejo Teatral de Buenos Aires, en colaboración con la Embajada de Suecia en Argentina y el Instituto de Masculinidades y Cambio Social. Se trató de un concurso de escritura de relatos abierto a personas de todo el país que se reconocieran en identidades masculinas y quisieran dar voz a sus vivencias y recorridos. Resultaron ganadores los relatos “Silencio crispante” de Tiago Mousseaud y “Gordo”, de Ignacio Pozzi.

 

“Entré a participar en la segunda parte del proyecto que implica la adaptación y puesta en escena de los relatos ganadores, como director y dramaturgo”, afirma Ariel Gurevich. En el caso de Mousseaud, su texto formaba parte de un relato más extenso, que preferió continuar desarrollando por su cuenta como una obra de danza. Entonces, a partir de la propuesta de incluir un texto invitado, Gurevich escribió “Ser padre today”, que junto con “Gordo”, de Ignacio Pozzi, completan la propuesta a la manera de un díptico. Conversamos con su director. 

 

¿En qué medida propuestas como RETRATOS DE MASCULINIDADES puede contribuir a la discusión sobre la masculinidad hegemónica en el presente?

Me interesa de las artes escénicas, su capacidad para encontrar lenguaje y producir sentidos nuevos, como si cada obra de alguna manera inventara su propio dispositivo y sistemas de convenciones. En un presente donde nos preguntamos qué acciones y representaciones estamos dispuestos a modificar en torno a una masculinidad normativa, esa que prescribe cómo debería ser un varón “posta”, el teatro tiene la capacidad de devolver esas preguntas quebradas, amplificadas, a través de esa lente que es lo escénico. Hay canciones, coreografías y materiales de la cultura popular dando vuelta (Rocky, Over the rainbow, Mirtha Legrand, Laura Branigan, Julio Iglesias, Discépolo). En un momento del espectáculo se dice que esto no intenta “reflejar” nada sino que es una suerte de espejo roto, que es también una toma de posición ética y estética. Me interesa qué puede aportar la escena para seguir interrogando estos temas. El teatro tiene la capacidad de multiplicar sentidos a partir de los signos que ahí aparecen. Por ejemplo, los intérpretes pasan por distintos personajes, son y no son, entran y salen del juego, son muchas veces puntos de pasaje de un sentido social, que hay que detener y mirarlo. El riesgo podría ser caer en la bajada de línea, en  algo muy propositivo o pegarlo a otros espacios que tienen que ver con la discusión téorica, con un espacio de conversatorio o capacitación, también necesarios. Nuestro desafío es que el espectáculo abra sentidos, que pueda interpelar. 

 

¿De qué se trata el relato “Gordo” de Igancio Pozzi y el texto de tu autoría “Ser padre today”?

El texto de Ignacio Pozzi es la historia de un chico de 10 años, a quien un nutricionista le diagnostica “principio de obesidad” y recibe una dieta. A partir de esas palabras que son imposibles de escuchar para un nene tal como le fueron formuladas, empieza un recorrido a lo largo del tiempo, en relación a subir o a bajar de peso. Esto se juega no como dato de la balanza sino como disputa de ese cuerpo en distintos espacios: con los amigos, en el club, en las clases de teatro como un espacio de contención o refugio. En estos trayectos, le empiezan a adosar otros significantes al “gordo”: “la gorda”, “gordo marica”, “gordo puto”, a medida que ese cuerpo se va cargando de obligaciones y riesgos. Me gusta pensarlo como una historia del cuerpo y como un proceso imposible de encajar, porque el personaje no está cómodo en ningún lado,  tampoco cuando adelgaza y empieza a portar esos privilegios. Y en “Ser padre today” me propuse pensar la masculinidad a partir de la figura de un padre, como un primer modelo de varón del personaje del hijo. Cuando uno lee la bibliografía sobre estos temas, aparece mucho énfasis en lo micro, lo cotidiano, los vínculos, las relaciones de afecto. En torno al tema del patriarcado, que puede ser más teórico o conceptual, me interesaba cómo la escena podía abordar la figura de un padre y la relación con su hijo, como si pudiéramos ver la masculinidad o ciertas masculinidades refractadas en ese prisma. 

 

¿Cómo poner en escena un texto construido con un objetivo ya determinado sin caer en estereotipos, escenas obvias o personajes que abundan en clichés?

Me parece clave pensar que la puesta en escena produce sentidos nuevos, muchas veces friccionando aquellos que proponen los textos. Entran a jugar otras materias expresivas (los cuerpos, la luz, lo sonoro, lo visual, el uso del espacio), que producen sus propios decires. Y en lo personal me parece que hay una tercera vía con el clishé que no es descartarlo, sino trabajarlo, romperlo desde adentro, implotarlo. De última, o de primera, los “lugares comunes” son también lugares en común, donde nos reconocemos. María Inés Aldaburu, Christian Giménez y Diego Benedetto, los tres intérpretes del espectáculo, son geniales y creativos, y también el trabajo es dirigir esos cuerpos, acompañarlos, construir tomando lo que proponen. La propuesta empezó como un semimontado que fue creciendo. Sin embargo, el texto permaneció en escena, en mano, como si fuera una especie de ley o guión social, partitura que los actores pueden leer, seguir, desarmar, romper.  También nos interesó investigar cómo poner en escena la desorientación o incomodidad que producen estos temas, volverla parte, ponerla a trabajar. 

 

¿Verdaderamente pensás que en la actualidad se verifican profundas modificaciones en los roles de género y en la subjetividad sexuada o sigue siendo una preocupación para las minorías?

Me parece que hay un cambio notable en lo que se puede decir y nombrar y lo que circula públicamente respecto a estos temas, en los espacios y las instituciones, y que eso hay que celebrarlo. Ahora, en qué medida esto modifica lo que ocurre en los espacios privados, donde muchas veces se juega la opresión y la violencia, es la apuesta sobre la que hay que insistir. También, cómo poder llegar a quiénes no quieren ser interpelados, que ahí caiga alguna pregunta, la posibilidad de dejar atrás algo en lo que fuimos construidos y socializados. Hay también una discusión de cómo nombrar estas masculinidades, el debate de por qué serían nuevas, si nombrarlas como otras masculinidades, masculinidades subordinadas, subalternas. En todo caso, es importante la distinción que hace Luciano Fabbri, referente y especialista que trabaja estos temas. La distinción de la masculinidad en singular, como dispositivo de poder que implica riesgos sobre los varones a partir del ejercicio de determinados privilegios, y las masculinidades en plural, muchas otras maneras que no responden a ese mandato (por cierto, inalcanzable), que tiene que ver con lo gay, lo trans, lo queer, varones hetero cis que puedan ser interpelados por ciertas demandas de los feminismos, masculinidades lesbianas o como cada uno se quiera nombrar o inscribir en identidades masculinas. En el espectáculo no proponemos una nueva receta. Desde la escena abrimos este espacio de diversidad, libertad y pluralidad.  

 

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