ENTREVISTA CON EVA HALAC

MIRADAS CONTEMPORÁNEAS

La directora artística del Teatro Regio nos cuenta algunas claves del perfil curatorial para este edificio del Complejo Teatral de Buenos Aires, que en 2019 cumple 90 años de vida. Un ámbito convocante para todos los porteños, por fuera del circuito tradicional de las salas más conocidas de la Avenida Corrientes.

La directora artística del Teatro Regio nos cuenta algunas claves del perfil curatorial para este edificio del Complejo Teatral de Buenos Aires, que en 2019 cumple 90 años de vida. Un ámbito convocante para todos los porteños, por fuera del circuito tradicional de las salas más conocidas de la Avenida Corrientes.


El Teatro Regio es una de las salas más características de la Ciudad, con su escenario “a la italiana”. Alejado de la mayoría de las salas de la zona céntrica, este edificio imponente en Chacarita conserva su estilo barroco español y un techo corredizo que es uno de sus sellos distintivos, pensado en aquel entonces para hacer frente al calor intenso en los meses de verano. Sus instalaciones permiten el ingreso de 661 personas: hay una platea baja de 439 butacas y una platea alta de 150 asientos, además de los clásicos palcos.

“La propuesta de darle un perfil a la sala hace que el público considere qué tipos de espectáculos se ofrecen y si coinciden o no con sus demandas”, afirma Eva Halac, su directora artística. El perfil de la programación está orientado a espectáculos con fuerte interés popular, realizados por jóvenes y talentosos directores y directoras, quienes imprimen una mirada declaradamente contemporánea. 

– ¿Encuentra recurrencias en estos distintos creadores?  
– La mirada poética de cada director es distinta. Intento que sean directores que tengan una trayectoria en el teatro independiente, y que quizá sea su primer acercamiento a una sala oficial de estas dimensiones. Pienso que los clásicos son adecuados para la magnitud de la sala. Son populares porque trabajan más allá de la coyuntura social y política de su época, trascienden los tiempos y llegan a multitudes. Además, siempre es interesante el punto de vista del dramaturgo y director que lo sube a escena. Quien tiene que estar actualizado es el director, porque el clásico ya lo está en sus tópicos: toca lugares en los que nos reconocemos a lo largo del tiempo. 

– ¿Qué tienen en común los montajes de esta temporada?
– Para este año, pensé materiales donde la mujer fuera protagonista, como en el caso de Pájaro de barro, de Eichelbaum, y en los que se hablara de lo masculino y lo femenino en diálogo con lo que está ocurriendo. Analía Fedra García había hecho una versión excepcional sobre Los camaradas de Strindberg en la escena independiente. Es una obra muy especial para ser elegida hoy, en la que un matrimonio entra en crisis porque siente la observación de la sociedad cuando a la esposa le empieza a ir económicamente mejor.

– ¿Cómo llegan al texto de Danza macabra?
– Pensé primero en ¿Quién le teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, un material excelente, que tiene textos fabulosos. Sin embargo, el hijo o la falta de un hijo es el motivo por el cual la pareja está en ese estado. Si bien es una obra mucho más moderna, creo que eso atrasa como motivación o necesidad. Entonces fuimos con Analía a las fuentes de esta obra de Albee y decidimos hacer Danza macabra, que en realidad se llama Danza de la muerte, sobre la cual se basó tanta dramaturgia que vino después. Buenos Aires, por ejemplo, fue una de las primeras plazas de gira del teatro europeo. Podríamos decir que Strindberg también está en En familia o Los muertos de Florencio Sánchez. Todas esas mujeres fuertes, personajes infrecuentes en la dramaturgia contemporánea, como Felisa de Pájaro de barro. Es difícil encontrar incluso hoy esos roles femeninos.

– ¿Qué tiene el texto de Strindberg para interpelarnos?
–Analía encontró para trabajar en esta obra algo muy actual en la sociedad,  la manipulación. Hay algo de esa manipulación y de esa violencia psicológica, aunque está casi equilibrada en la pareja, que presenta una víctima y un victimario. Y por supuesto, hay un deterioro psicológico en ambos. Hay amor y hay odio. Creo que quizá es la mejor manera de entender el horror de la violencia en el matrimonio, cuando esta sobrecarga emotiva termina de manera fatal.

– Lo masculino y lo femenino son pares de opuestos en la obra Strindberg…
– Habrá una mirada y una puesta en escena de la directora, en este caso. Al hablar de víctimas y victimarios me refiero a los personajes de Danza macabra en un punto cuando no pueden volver atrás. Sabemos que la relación amo y esclavo siempre es recíproca, y que sólo hay villanos en el melodrama. Strindberg, si bien denuncia la idea burguesa de la mujer, cae en algunas obras en aquello que critica – incluso ataca al Ibsen de Casa de muñecas–. Creo que estas contradicciones son las que hacen a un autor interesante. En Danza macabra salimos del realismo, entonces no podemos hablar en esos términos. En este juego más inconsciente, no sabemos quiénes son los que hablan: hay textos que podrían pertenecer tanto al Capitán como a Alicia. Analía redujo la cantidad de personajes de la obra a tres, y en esa operación las voces empiezan a mezclarse. Creo que debemos dar una discusión adulta en estos términos, si vamos a hablar de hombres y mujeres, de violencia psicológica y hasta incluso física.

 

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