EL BALLET CONTEMPORÁNEO Y SU HOMENAJE A PIAZZOLLA EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

PARA BAILAR EL TANGO (DE ÁSTOR) SE NECESITAN MÁS (O MENOS) DE DOS

El gran bandoneonista no sólo transformó la música del tango, sino también su abordaje desde la danza. Diversos coreógrafos contemporáneos tanto locales como extranjeros se la apropiaron y crearon espectáculos inspirados por sus revolucionarias composiciones, modernizando así también la forma de bailarlo.

Foto Carlos Furman

En 2021 se celebran los 100 años del nacimiento del gran Ástor Piazzolla, bandoneonista y compositor que redefinió las fronteras del tango, renovándolo y transformándolo en un lenguaje universal. En ese marco, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín lo homenajea con cuatro coreografías de su repertorio, tres de Mauricio Wainrot (Escualo, dúo de Estaciones porteñas, Libertango y Cuatro estaciones de Buenos Aires) y una de Ana Itelman (Ahí viene el Rey), que pueden verse en la Sala Martín Coronado.

 

La música de Piazzolla ha inspirado numerosas creaciones a lo largo de la historia de la danza contemporánea. Además de Wainrot, Ana María Stekelman, otra consagrada coreógrafa que tiene especial predilección por el tango, creó obras con su música interpretadas por Julio Bocca junto al Ballet Argentino. Asimismo, en 1997 la Ópera de Roma le encargó a Oscar Araiz, artista de la danza de inmensa trayectoria que ya venía realizando piezas sobre composiciones de Piazzolla, un espectáculo llamado Ástor, ángel y demonio, donde participaron el Ballet de esa ciudad y Maximiliano Guerra como artista invitado.

 

También en el exterior, diversos coreógrafos se vieron seducidos por su música y se la apropiaron, cada uno desde su idiosincrasia. Tal es el caso del estadounidense Paul Taylor (1930-2018), que concibió Piazzolla Caldera, que continúa reponiéndose hasta hoy.

 

Una observación importante que hace Laura Falcoff en su artículo “Tangos piazzolleanos para bailar con cautela” (Revista Ñ) es que, si bien el bandoneonista se interesó por la danza contemporánea, “hay una decidida incompatibilidad entre la música de Piazzolla y el tango como forma de baile de salón. Más allá de la escasa simpatía del compositor por el baile de tango popular, imaginen a una pareja en la pista de una milonga intentando, infructuosamente, acomodar sus movimientos a esos ritmos siempre cambiantes. Empresa imposible. La música de Piazzolla no se escucha en las milongas simplemente porque quienes bailan, improvisando, precisan una regularidad en el ritmo del tango que suena”. En contraposición a lo que solía identificarse con este género y a Aníbal Troilo, que sostenía que había que tocar para que “bailen los muchachos”, Piazzolla declaró en el estatuto de su Octeto Buenos Aires (1956): “Considerando que el conjunto debe ser únicamente escuchado por el público, no se actuará en bailes”. En esta línea provocadora, sus arreglos de tangos clásicos y sus composiciones generaron una grieta entre sus fanáticos y sus detractores, que decían que lo que él hacía en realidad no era tango.

 

Es así que sus creaciones funcionan mucho mejor con el baile-espectáculo en el escenario, que con las formas tradicionales y populares de danza de este género. En efecto, habría que preguntarse si el hecho de que Piazzolla compusiese música para ser escuchada y no para bailarines, no impulsó paradójicamente la experimentación también en la forma de interpretar el tango con el cuerpo, en especial desde la danza contemporánea. Ya no se presenta en pareja necesariamente, sino que se convierte en una partitura sobre la que se pueden concebir libremente desde solos, como Invierno porteño con coreografía de Stekelman, incluida en el espectáculo Bocca Tango; hasta coreografías grupales, como las de Wainrot en el actual programa del Ballet del San Martín.

Autor: Por Victoria Eandi

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