A DIEZ DE “MI HIJO SÓLO CAMINA UN POCO MÁS LENTO”

Somos apenas seis sillas

A diez años de su estreno, el Complejo Teatral de Buenos Aires rinde homenaje a esta puesta de culto del teatro porteño con un nuevo montaje en el Teatro Alvear. En estas líneas, su director Guillermo Cacace reflexiona sobre el acontecimiento, mucho más que un “fenómeno del off”.

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                     … y probemos unos meses.
Si a las 11 de la mañana de los domingos
no viene nadie, la dejamos de hacer
y lo que dure, habrá sido lo que tenía que ser… 

 

10 años más tarde seguimos juntxs y percibimos a la obra aún viva en lo que la define como un acontecer. Pervive un presente. Y cada vez que volvemos para una nueva temporada, se renueva cierta suerte de fe, un creer en la potencia de los encuentros.

 

Agradecer se nos ocurre hoy como una vía para historizar el proyecto. Gracias entonces a cada unx de lxs que confiaron y fueron parte, directa o indirectamente, del nosotrxs que vamos siendo. Agradecer a algunxs que ya no están porque partieron de distintas formas y lxs extrañamos tanto.

 

No es poco el tiempo transcurrido y en muchxs miembrxs del grupo hubo pérdidas, hubo nacimientos… y siempre hubo el acompañarnos en tránsitos complejos a nivel personal, a nivel país, a nivel de un mundo en crisis. La obra mutó, la obra ya no es aquella. La obra es otra que, no obstante, es fiel a sostener el ánimo experimental con el que se parió: la ausencia de concesiones, la imperiosa necesidad de sostener algo vivo. Cuerpos que con improntas actorales diferentes labraron cuidadosamente una sólida escucha.

 

Bellos problemas

Tuvimos que aprender a recibir la extraordinaria demanda de los inicios con sala llena, funciones vendidas con meses de anticipación, cortocircuitos internos. Todo fortaleció algo que ya no somos nosotrxs. Algo que, más que una pieza teatral, es hoy un cuerpo vibrátil que trasciende a cada unx de lxs que hacemos Mi hijo sólo camina un poco más lento.

 

Desde 2014 pasaron varios tsunamis políticos. Pasó una pandemia. Un día volvimos. Volvimos como sobrevivientes de una tragedia, y aunque la palabra tragedia carga una gran densidad, de alguna forma eso éramos al mirarnos y constatar que seguíamos vivos sin haber tenido garantías de que así sería. Destacar y amar de entre esos sobrevivientes, a una actriz y un actor que pisan más de noventa años sobre este planeta.

 

Nada le fue indiferente a la obra y su coraje militante fue seguir diciendo: acá estamos 15 personas sosteniendo un proyecto.

 

Un proyecto que se deja atravesar por todo lo que nos sigue sucediendo. La obra, según el comentario que nos entregaron generosamente muchas veces las distintas audiencias, resulta un lugar de reparación del tejido social vulnerado. Nunca nos sentimos héroes o protagonistas de un fenómeno ni pretendimos reparar nada (supe fastidiarme con la sentencia “fenómeno del off”). Tuvimos siempre la sensación de estar en el momento y lugar indicado para contar con el privilegio de recoger una larga cosecha iniciada con otras obras, algunas que hicimos juntxs y otras que cada unx hizo por su lado. Fuimos territorialidad fértil para cosechar lo sembrado en otros campos antes y durante el pertenecer a esta trama.

 

Contra toda tendencia

Una cooperativa teatral independiente de 10 años, de 15 personas, es un proyecto claramente anticapitalista. Actuando para 40 personas, luego para 100, después para 260, a veces para 150 y unas pocas veces para grandes cantidades de público, repito, se trata de un proyecto claramente sin apetitos meramente financieros. Hoy más que nunca vale la pena decirlo: hay algo de encontrarse a preguntarse de qué va la vida desde prácticas sensibles como el teatro y sin garantía de respuesta que no tiene nada que ver con el usufructo económico. Y cada vez que la obra aportó un plus a nuestras economías también fuimos muy felices ya que este es nuestro trabajo. Ahora bien, ¿alguien puede pensar que eso nos mantiene juntxs hace 10 años? Chiste para entendidos: Adidas nunca nos auspició. Nos mantiene juntxs hace 10 años seguir ensayando, sentir que por momentos la obra “no sale” y eso, lejos de decepcionar, nos entusiasma como tangibilidad de lo inaprensible, haciéndonos percibir la suficiente incertidumbre como para necesitarnos y saber que allí estaremos. Y, en la realidad que nos atraviesa, estar ahí y saber que luego respiraremos un poco mejor. Apostamos a renovar un aire, una confianza en lo humano sin romanticismo. Una confianza en el cardumen humano más que en el humano predador.

 

Lo fundacional y su poética

Antes de giras por Argentina y por el exterior, antes de los premios y su relatividad meritocrática, existió una lectura, tuvo lugar un domingo. Fue a las 9 de la mañana leímos Mi hijo sólo camina un poco más lento y no nos preguntarnos cómo hacerla sino cómo no deshacer lo que ya había pasado en dicha lectura, cómo dar estructura sin dictar leyes fijas de puesta o actuación, de escenografía, luz o vestuario, que ahoguen lo que no se puede fijar, lo que es acción hasta en la quietud. Comulgamos en una ética del ensayo que es la poética de la obra. Desde entonces, muchas otras que he dirigido tienen esta pincelada de cosa inconclusa, de obra que se deja ver en su construcción y elige dejarse ver más que mostrar (to show). De pieza de “entre casa”, de aromas y sonidos de domingo, de esa pausa en el tiempo donde operan otros permisos y los cansancios dan un peso otro al cuerpo. De pieza-paréntesis en esas búsquedas de fascinación que apelan a la estridencia de lo espectacular. Practicamos pronunciar lo cóncavo, lo que aloja. Somos apenas seis sillas. Y, no obstante, estas prácticas y elecciones, también apreciar las genuinas emergencias hacia zonas colonizadas de nuestro hacer teatro. Nuestras esclerosis. Percibidas esas zonas, abrazarlas evitando cualquier sacerdocio, cualquier señalamiento de pecado, divirtiéndonos con ellas sin dejar de ponerlas en tensión, consolidando un contexto que relativice y descienda su poder para coagular vitalidades.

 

Circular

Resistimos en circuitos independientes todo lo que pudimos. Fueron años de sostener una procedencia, y cuando empezamos a circular por otros circuitos cuidamos que “el hábito no haga el monje”, cuidamos también no fetichizarnos y, no obstante, asumimos las veces que en este empeño nos empoderó la alegría de lograrlo y las veces que nos ganó aquello que no tuvimos recursos para evitar.

 

El apoyo inicial

Esta obra fue apoyada-encomendada en sus inicios por la invitación del Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, por su curador Matías Umpierrez, pero también muchas veces, entre otras entidades, por el Instituto Nacional del Teatro, organismo que nació al amparo de una ley que hoy se intenta derogar. Derogación en la que no hay racionalidad, no hay sensibilidad que justifique un proyecto tan abyecto. Hay un plan mayor y es por el que hoy el mundo no deja de hablar del fin del mundo, ese que atenta contra la tradición del lazo que se teje en el estar en común. Y hasta si este país encontrase alguna “oportunidad” en el proyecto político/económico que hoy eligió parte de su gente, no dejaríamos de estar alineándonos en la catástrofe mundial que a todas luces hoy arrasa el planeta. Las condiciones de posibilidad que nos hicieron llegar hasta acá deben ser estudiadas como una responsabilidad ineludible de cómo venimos construyendo un país. Pero, mientras tanto, a la par de que la sensación para muchxs es que todo se hunde, protejamos la fuerza de lo que dispone el ejercicio de lo alternativo. En uno de esos ejercicios, entre tantos otros que se hacen desde nuestro sector, nació la puesta de esta obra croata, eso es lo que hoy celebramos: la existencia de micropolíticas que crean mundos otros. La voluntad de convocarnos desde modelos no hegemónicos y dar visibilidad a esos modelos valiéndonos de algunas de las oportunidades que nos da el fallido sistema de circulación de obra en nuestro medio.

 

Sobre el fin, el inicio

Para terminar, volvamos al principio. Sólo teníamos 9 encuentros para ensamblar toda la obra ensayada en encuentros parciales. Los domingos por las mañanas, bien temprano, en una rajadura que le hicimos a nuestras vidas capturadas en algunos yugos adversos pudimos lograrlo. Al encontrarnos sucedían más que meras ideas o caprichos, ¿nos transformaba un eros sanador? En algún rincón del Balvanera un algo descomponía automatismos y así nació un proyecto. Nadie tenía una verdad cerrada sobre sí para gobernar los cuerpos de un elenco, no hubo gobierno, lo roto fue materia prima para que lo frágil se constituya en nuestra fortaleza al mirar al público a los ojos y, sin saberlo, decir acá estamos, rotos aunque no tanto como otrxs y ese “no tanto como otrxs”, desde ese resto, desde ese residuo vital y sin victimizarnos hacemos esta obra desde hace 10 años.

+ info de Mi hijo sólo camina un poco más lento

INFORMACIÓN IMPORTANTE PARA EL DÍA DE LA VISITA: