ENTREVISTA CON CHAMÉ BUENDIA

Una máquina brutal de actualidad

El abuso de poder sexual, la doble moral y el problema de la culpa son algunos de los temas que aborda "Medida por medida", en este caso a través del humor y el gag físico que propone el montaje del prestigioso clown argentino en el Teatro Sarmiento. Tras el éxito de "Othelo (Termina mal)", Chamé Buendia vuelve a Shakespeare con la premisa de mantener ese equilibrio virtuoso “entre la verdad y el juego, estar dentro y fuera del personaje, algo que el humor permite especialmente”.

Carlos Furman

Entre las obras más extrañas y ambiguas de William Shakespeare se encuentra sin duda Medida por medida. Clasificada por algunos autores como tragicomedia ya que tiene elementos tanto de uno como de otro género, fue escrita, según John Dover Wilson en su libro El verdadero Shakespeare, con la ayuda de un colaborador, y está entre sus obras más cínicas y sombrías. Dice Wilson que es “comedia sólo en el sentido técnico de que termina con sus principales personajes aún con vida”. Tanto ésta como El mercader de Venecia son denominadas dark comedies, “comedias amargas” que, de acuerdo con este mismo autor, exponen la realidad en toda su crudeza, como lo hace la literatura más moderna. Asimismo, se trata de obras que abordan la indefinición del ser humano y la precariedad de la vida; tienen giros inesperados que dan cuenta de dicha mutabilidad.

 

Una obra sumamente contemporánea y política 

La vigencia de la pieza, aquello que continúa convirtiéndola en un clásico, fue uno de los rasgos que más atrajo, para ponerla en escena desde su poética del humor, a Gabriel Chamé Buendía, uno de los clowns más destacados de Argentina y también del mundo que, al momento de esta entrevista, se encontraba en pleno proceso de ensayos. En ellos pudo verse la minuciosidad de su tarea, las marcaciones sumamente específicas que son la clave para generar comicidad, ya que si lo que acontece en la escena no funciona como un mecanismo aceitado, el gag puede diluirse, la eficacia actoral desdibujarse y el humor no suceder. 

Apenas comenzada la entrevista, Chamé expresa sobre Medida por medida: “Es una máquina brutal de actualidad, una obra sumamente contemporánea y política”. Pero más allá de este aspecto, afirma: “Mi relación con Shakespeare es una relación con el teatro, es una manera mía de hacerlo, me permite trabajar con el autor número uno y al mismo tiempo poder desarrollar mi propio lenguaje”. El director viene de un éxito como Othelo, en el que abordó otra pieza del dramaturgo inglés en clave de clown, espectáculo que realizó diez temporadas y aún sigue llenando la sala. “Vengo trazando un camino en relación con Shakespeare hace muchos años. Othelo no es la primera obra, también hice Los hidalgos de Verona, Trabajos de amor perdidos, Cuento de invierno y Rey Lear en versión abiertamente payasa. Algunas se vieron en Europa y no en Argentina”. 

Un tema de Medida por medida que le parece de una gran actualidad es el del abuso de poder sexual: “Quinientos años atrás, Shakespeare tiene toda una visión sobre la ley, la corrupción, la piedad, la comunicación, el entendimiento entre los seres humanos en relación con la ley… y finalmente todo lo reúne con un temazo: para salvar la vida de su hermano, la protagonista tiene que tener relaciones sexuales con un juez. Ella es novicia, que en aquel momento era lo más parecido a ser una revolucionaria. Por entonces, la mujer estaba casada, era prostituta o monja. Y la monja era la que quería trabajar consigo misma y no estar con el sistema. Era la única forma de estar protegida”. En aquel momento las religiosas eran las más relacionadas con el estudio y la intelectualidad. Y en este personaje reside uno de los grandes conflictos de la pieza, por lo que también es denominada problem play u obra dilemática. Tiene una difícil disyuntiva: elegir entre mantener su virginidad y su honor o salvar a su hermano. Y finalmente, después de pedir piedad y no ser atendida, decide dejarlo morir y no consentir este abuso. “Es muy fuerte la decisión”, señala Chamé. “Me da un poco de miedo porque toco temas difíciles con humor, no soy políticamente correcto”. En ese sentido, Medida por medida es una obra que expone las contradicciones del ser humano: “Shakespeare no es el mejor autor del mundo sólo porque tiene grandes temas, y porque es un poeta fuera de serie, sino además por la capacidad de ver que no todo es blanco y negro. Ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Aunque también su viveza está en que tomamos partido: funciona el odio al malo y la compasión por el bueno. Hay buena tensión dramática y nos enganchamos. No se queda sólo con la filosofía. Hacer Shakespeare es como construir una catedral: no se termina nunca. La cantidad de materia, capas y vueltas de tuerca de la historia es enorme”. 

 

La religión y la corrupción

El título de la obra de Shakespeare, escrita entre 1603 y 1604, está relacionado con el versículo del Evangelio según San Mateo, un dato que Chamé explicita en su versión: “No juzgues si no querés ser juzgado, porque con el juicio que juzgás te juzgarán y con la medida que medís te medirán”. En ese sentido Chamé explica que “Shakespeare toma un tema del cristianismo para hablar de la inflexibilidad del mundo”. Pero hay una doble moral, una moral quebradiza, porque surgen contradicciones: “Ángelo es un hombre recto, pero se convierte en HDP. El mal te absorbe; una vez que los principios se fisuran, no podés volver”. También hay elementos del Viejo Testamento en la pieza como la Ley del Talión (“¡Ángelo por Claudio, muerte por muerte! (…), siempre, en todo, medida por medida”, dice el Duque sobre el final) y el concepto de “ojo por ojo” es aún más subrayado en la versión de Chamé. “Y la compasión, que es otro tema de la obra, está en todas las religiones”, agrega el director. El momento bisagra en relación con esta cualidad es el de Isabel, que quiere convertirse en monja, una decisión muy profunda, y se encuentra con falta de clemencia y, sobre ella, el abuso de poder de Ángelo. “El hermano, Claudio, la entiende, pero plantea que es un pecado menor ceder a la propuesta de este juez al lado de su propia muerte”, señala Chamé. Hay aquí otro ejemplo de doble moral: el hermano soslaya las propias normas de comportamiento que los hombres de su época imponen a las mujeres si se trata de salvar su vida. Según Peter Brook, en su libro The Quality of Mercy, la llave de la trama es justamente la novicia, para quien la pérdida de castidad es impensable. En un taller que dictó en los suburbios de París, donde los asistentes eran musulmanes, todos entendieron perfectamente el “doloroso choque entre el amor a la familia y las leyes de la religión”. Para Brook, el tema del honor y la castidad no deben ser entendidos psicológicamente, aunque a veces el personaje de Isabel es analizado desde esa perspectiva, como en el caso del citado Dover Wilson, quien habla de su “castidad egoísta”: “nuestro corazón se conmueve más con el desdichado niño que, aterrorizado por la muerte, está dispuesto a sacrificar el honor de su hermana”.       

El problema de la culpa es otra perspectiva que a Chamé le interesa especialmente, de ahí el subtítulo que le puso a su versión, La culpa es tuya: “juego con eso, me gusta hacer juegos de palabras, es un guiño humorístico como en Othelo (Termina mal). Hay una cultura de la culpa, que radica siempre en pensar que no es mi problema, es del otro. No ver lo que nos pasa y ver el conflicto en el otro. Un clásico. La culpa de la culpa de la culpa… Y como la obra está atravesada por lo religioso, la culpa es bienvenida”. 

Chamé explica que la acción de Medida por medida transcurre “en una Viena corrupta, completamente desbordada, donde nadie cumple con la ley. La prostitución es el tema de la época, en relación con la cual se muestra el punto de vista del pueblo que no entiende esas leyes. Y surge “la mano dura, la reincorporación de una ley antigua: quien tiene sexo sin estar casado es castigado con pena de muerte. Es exagerado, pero funciona para la tensión dramática, y a nosotros nos sirve como conexión con el mundo paralelo que vivimos”. La justicia se muerde la cola. “Ángelo la impone, pero no la cumple”, afirma Chamé. Y agrega: “Es lo que nos pasa hoy. Todo el mundo lo sabe y lo critica, pero no podemos salir de ese sistema. Y el duque, que en el fondo es el protagonista y maneja los hilos, decide retirarse del poder, poner a este ‘intachable’ político en su lugar para ver si puede establecer la mano dura porque él no lo consigue. ¿Por qué? Esto está esbozado en la obra, pero yo lo quiero remarcar más por las épocas que vivimos. Él no quiere saber nada con el poder ni gobernar, quiere dedicarse a la vida interior, a él mismo, no tomar la responsabilidad y volverse impopular”. 

 

Shakespeare y humor, en la justa medida

Si bien adaptado a un lenguaje contemporáneo, con su poética del humor y del gag físico, y anclado en el modo de habla coloquial, cotidiano, rioplatense, el Medida por medida de Chamé no deja afuera ninguna escena importante de la obra y respeta en todo momento a Shakespeare: “Si puedo meto también todas las imágenes poético-verbales, pero lo tengo que hacer en Argentina, entonces utilizo el usted o el vos, es contemporáneo, lo dice un actor de hoy, no es literatura, tiene que fluir. No se puede trasladar la rítmica del verso inglés, pero sí tratar de retomar la ‘cabalgata’. Y es importante tener en cuenta que no es un texto psicológico, es renacentista. No hay pausas psicológicas, sino exaltación de la palabra. El actor tiene que lograr en este juego verbal esa cabalgata que se va sobreexcitando como una manera de encontrarlo a Shakespeare en nuestro español y no en el inglés”. 

Chamé también hace hincapié en la importancia de “dejar clara la obra, que se entienda el cuentito. Pienso desde la escritura de la versión con cuántos actores y actrices estoy trabajando y hago mis adaptaciones, quién dobla los roles y en qué momento. Es el mismo elenco de Othelo y sumo en esta oportunidad una actriz, me gusta hacer chistes con la multiplicación de personajes que interpreta cada uno, como en Othelo, y también me atrae esa familiaridad entre las obras, un guiño con lo que pasó, que es parte de la comicidad popular”. Aquí el director se refiere al clásico asunto de la subestimación del género cómico: “Yo aprecio mucho la elevación de la cultura popular, porque el humor siempre está mal visto, todo el tiempo tenés que estar exaltando la fineza y la belleza a través del humor. Los humoristas estamos más obligados que los otros a tener que estar demostrando competencia estética y capacidad discursiva y filosófica”. 

Además de los gags físicos que fueron apareciendo en los ensayos (en palabras del director, “toda esa partitura de la corporalidad que influye en la verbalidad, en los chistes, que hace que lo físico produzca sentido más allá de decir el texto, una visualidad dramática”), en esta versión es muy relevante un elemento siempre presente en la poética de Chamé: el juego con el objeto. Sobre el cual el director bromea comentando que “es el más disciplinado: llega a la hora, no cobra, no tiene ego, hace todo lo que le pedís y te da más”. En ese sentido, señala que le da prioridad “a los chistes visuales, al entretenimiento visual. No quiero que los chistes verbales invadan a Shakespeare, los mido, porque si predominan, la gente de teatro se va a sentir defraudada; pero si no hacemos ningún chiste no van a divertirse los que no vienen a ver sólo Shakespeare. Tiene que haber, como en el título, una justa medida, un equilibrio entre el chiste y la poética shakespeareana”. 

Chamé también reflexiona sobre el período en el que el dramaturgo inglés escribe Medida por medida: “Se trata de una etapa muy loca. Están las obras históricas, las comedias, las tragedias, y en un momento deja de matar gente y escribe El mercader de Venecia y Medida por medida, comedias cínicas sobre temas políticos”. Esas tragicomedias son justamente obras en las que todo conduce a que terminen mal pero repentinamente concluyen con un final feliz (de esa oscilación también surge la denominación “problem play”), en este caso cuando aparece el duque en el desenlace como un deus ex machina y “resuelve” todo el conflicto. El director pone el foco en ese final: “Vincentio le pide matrimonio a Isabel y ella no responde. Si ella no responde es por algo. Esa no respuesta tiene que brillar; quiere decir que no estamos tan felices, ni los problemas están solucionados”. 

 

El clown, la verdad y el juego

“Medida por medida es una obra con mucha ambigüedad y contradicciones, y se dice que es la pieza más psicológica de Shakespeare. Pero yo no me pego a eso, porque se opone al lenguaje que yo utilizo. Guardarte una intención es un lujo en ese lenguaje. Un gran maestro que yo tuve decía: ‘el que hace Shakespeare aprende a decir la verdad y el que hace Chejov aprende a mentir’. En Chejov, hay muchos silencios y lo que se dice no es lo que se piensa, en la línea de la psicología moderna. Pero en Shakespeare se presenta la poética de la palabra desenfrenada”, señala Chamé.

En ese sentido, a pesar de presentar ciertas particularidades, la obra no deja de tener las típicas características de la comedia shakespeareana, con equívocos, enredos, disfraces y personajes cómicos, que en este caso balancean su parte más amarga y habilitan la lúdica clownesca de Chamé, quien aclara: “No busco que hagan clown porque quiero que ante todo hagan Shakespeare. El clown de todos modos aparece solo en este elenco e invade. Es como un niño, una vez que le das cabida, no para más”. En la misma línea, el mimo, la música, el canto y las coreografías son otros ingredientes fundamentales en esta puesta, cuya estética es la del universo de la fábula.   

Un rasgo fundamental en la puesta de Medida por medida es la relación que le interesa a Chamé en general, “aquella que se da entre la verdad y el juego, estar dentro y fuera del personaje, algo que el humor permite especialmente. La calidad expresiva, la técnica del intérprete, la profundidad de su capacidad filosófica y política respecto al arte genera verdad. No se trata de realismo, sino que es un plano distinto de la realidad, un aquí y ahora de una hora y media, que no es verdad, pero lo estás creyendo”. Sobre eso le interesa jugar, aunque no abusivamente, señalando que estamos en el teatro, develando un poco el artificio. Y concluye: “Esto genera inteligencia, una dinámica cerebral que tiene activo al espectador, no aburrir. Uno puede aburrirse en la vida, pero no en el teatro. Quiero que la gente salga del teatro feliz, eso es un gesto político. Conmover, llenar de un intento de belleza”. 

 

Autor: Victoria Eandi

Autor: Victoria Eandi

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