Luciano Suardi y Mara Bestelli, en Para partir.

UNA VITALIDAD QUE SORPRENDE

En Para partir, el último espectáculo de Ignacio Sánchez Mestre que se presenta en el Teatro Sarmiento, sorprenden los trabajos de Luciano Suardi y Mara Bestelli, capaces de transformarse y poner su talento en esta propuesta de cruce generacional.

En Para partir, el último espectáculo de Ignacio Sánchez Mestre que se presenta en el Teatro Sarmiento, sorprenden los trabajos de Luciano Suardi y Mara Bestelli, capaces de transformarse y poner su talento en esta propuesta de cruce generacional.

En Para partir, la nueva creación de Ignacio Sánchez Mestre, una familia –o lo que quedó de ella o lo que esa familia será después–, se reúne a despedir las cenizas del padre. Una suerte de velorio orquestado por el propio suicida (presente en la escena), quien  poco a poco pasa del mutismo a ingresar en las situaciones, dejarse afectar, y ponerle voz a un elenco de personajes heterogéneos, interpretados por actores y actrices de distintos recorridos y espacios de formación.

“Es una obra sobre la voz”, afirma su director y dramaturgo Ignacio Sánchez Mestre, quien eligió a los intérpretes por su voz y por sus parecidos físicos. “Había visto actuar a Luciano Suardi, y lo que más me gustaba es la fuerza que tiene su voz, que sea él quien le va a terminar de poner voz a toda esta familia.” Estos cruces se vuelven parte del encanto de Para partir, no solo por lo singular de su procedimiento, también por la potencia de sus actores. Una situación casi realista, vincular, donde lo fantástico ingresa sin que sepamos bien por qué, en un muelle que se abre hacia el horizonte, el mar y el viento.

“Me impactó el desafío de construir un personaje que solo va a hablar a partir de los otros”, reflexiona Luciano Suardi, quien encarna a este padre que conocemos por lo que se dice de él, por su casa frente a una playa nudista y los objetos que dejó. “Intuí que me iba a dar mucha libertad para trabajar. Pareciera que nadie vio un muerto, entonces tener esa libertad en el escenario me da mucho disfrute.”  

Andrés Pruss y Sofía Saborido, los más jóvenes del elenco, se formaron en la escuela de Nora Moseinco, como Sánchez Mestre. Luciano Suardi, Mara Bestelli y Mónica Raiola pasaron por distintas escuelas y circuitos teatrales (comerciales, alternativos, oficiales). “Me gusta que los actores resuelvan desde lugares distintos”, afirma Sánchez Mestre. “Es una complicación desde la dirección porque las preguntas que te hacen te vuelven un poco loco y uno no las puede responder, pero también me gusta que parezca que están como en distintos renglones.”

Entre las sorpresas del espectáculo, Mara Bestelli irrumpe con un cuerpo nuevo, que pareciera que no le pertenece. Este personaje es Elena, la ex mujer de Roberto: egocéntrica, dominante, egoísta, pero sobre todo infantil y frágil. El espectador acompaña el hechizo de metamorfosis desde la platea.

“En las últimas semanas empezó a aparecer el cuerpo de Elena”, afirma Bestelli. “Ella no puede parar de llamar la atención y ser el centro. Aparenta una seguridad que enseguida se le desarticula.” Al personaje le cuesta el paso del tiempo, por eso se aferra al ex marido y a la imagen que tiene de sí misma, se pelea con los signos de la vejez que empiezan a aparecer en su cuerpo. “El trabajo del actor es muy sutil, uno va trabajando con distintas capas, hasta del propio inconsciente, por eso sueño mucho en época de ensayos. No tengo nada que ver con Elena, no la tengo enfrente, la tengo a 150 grados, que es un ángulo más difícil. Me ayudó mucho ponerme tacos, pararme físicamente de otra manera. Un día descubrí que ella está más parada sobre su pelvis, es más autoafirmada. Eso es lo lindo que tiene la actuación, uno puede ir comprendiendo lo humano más allá de uno y cómo se para en la vida.”

Suardi y Bestelli parecen comprender que lo contemporáneo no tiene que ver con la cronología, sino con una expresión que crea presente. Y prueban que como actores, el trabajo sostenido, los enfrenta a la dimensión humana (inevitable) del tiempo. Cuando recibieron la obra, ambos tuvieron una sensación de ternura, que con el correr del trabajo empezó a ser atravesada por la tristeza. “Creo que por la situación de tener que arrojar cenizas, las únicas que tiré en mi vida fueron las de mi papá”, recuerda Bestelli.  

Para Suardi, “hay algo sensible y entrañable que es la muerte de un ser querido. La propuesta mantiene cierto humor pero no le pasa por encima a la muerte, no critica ni la parodia”. Al actor, en un primer acercamiento al material, le interesaron los vínculos, que son muy específicos y particularizados. “Hay algo muy bien observado, reconocible en la historia de uno. En realidad uno no sabe del otro, quién es. Mi papá se murió cuando tenía 17 años y se me aparece mucho su imagen, porque estoy haciendo de un padre que está dejando hijos jóvenes. Pasaron muchos años y todavía me pregunto quién era él. Hay algo de poder entender quién es el otro, a pesar del amor. Aparece un tema en la obra que despierta zonas en los vínculos que me parecen muy atractivas.”

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