MARÍA MERLINO, ACTRIZ, CANTANTE

YO NO SÉ QUÉ ME HAN HECHO TUS OJOS

Conversamos con la intérprete de El porvenir y Happyland sobre el teatro y el oficio de actuar. Y hasta nos conmovimos al descubrir ciertas cosas de esa noble, ardua y espléndida tarea.

Foto Carlos Furman

 

 

 



María Merlino tiene un par de ojos enormes que en el escenario paralizan la atención del espectador. Es una mirada tan profunda como penetrante, tan sabia como inocente, tan precisa como inasible. Son los ojos de María los que disocian la historia que nos cuentan y nos obligan a pensar qué hay detrás de ellos, porque en un parpadeo, solos en mitad de la sala Martín Coronado, quizás hagan temblar el mundo. A la vez el peso de su voz crea un verosímil que suena más verdadero. En ciertos roles que le tocó interpretar su voz pone en jaque la realidad histórica, hasta hacernos creer que la primera mitad del Siglo XX en la Argentina fue como ella la entona. 

Esta temporada en el teatro San Martín le tocó interpretar dos personajes de una gracia extraña: fue una mujer que intenta evitar un futuro aciago en el segundo programa del año del Ballet Contemporáneo, El porvenir (Cuentos coreográficos), con dramaturgia y dirección de Eleonora Comelli; y también se pone en la piel de Charito, la criada que acompaña voluntariamente a Isabel Martínez de Perón en la esperpéntica prisión patagónica de Happyland, una versión de aquellos hechos escrita por Gonzalo Demaría y llevada a escena por Alfredo Arias. Durante los ensayos de esta última pieza conversamos con ella.

–Fue una costurera entre Evita y Libertad Lamarque, y también le cupo Fanny Navarro. Ahora será Charito en el capítulo más negro del peronismo. ¿Cuánto de investigación, cuánto de intuición y cuánto de juego hay en su trabajo al encarar personajes de estas características? 
–Son situaciones muy diferentes si bien tienen una temática parecida. Lo de la costurera de Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza,fue un deseo de trabajar con esa época y de cantar los tangos de Libertad Lamarque, de buscar mucho material entre las cancionistas de los años ’30. Confieso que me enamoré de todas porque me sumergí en ese mundo, un mundo que además me refería mucho a mi infancia en Benito Juárez. Me es muy familiar esa época. Después seguimos con Qué me has hecho vida mía y Fanny Navarro, y ahí también hubo una gran investigación de tres líneas, la de Marcelo Pitrola en la colaboración del texto, la de Diego Lerman en la dirección, y la mía. A la investigación de la biografía de Fanny le sumamos los efectos sonoros del radioteatro y nuestra mirada sobre el peronismo. Después hicimos La dama del mar, que aunque no tenía que ver con el peronismo sí tenía que ver con la época, porque situamos la historia de Ibsen en el momento en que Mario Soffici filma una película sobre ella. No nos interesó trabajar con la verdad. No convendría. Por ejemplo yo no soy nada parecida a Fanny Navarro y jamás pretendí serlo, ni siquiera copiarla, ni siquiera copiar a Libertad Lamarque con la costurera. Pero hay algo de esa época que habita en mí como decía antes, y gente que la conoció a Fanny Navarro me dijo que tenía algo de ella en la mirada, el mismo rictus. Y yo me reía, porque jamás trabajé el personaje desde ese lado. Sí fui rodeándolo con esta información por los costados y con mucha libertad, y después bueno, surgió la forma de hablar, de cantar. Ahora estoy acá con Charito, que ya se vislumbra que es un personaje al que voy a querer siempre, porque es entrañable. Es un desafío aprender el andaluz así que estoy en eso, me divierte. Me puedo divertir porque es mi segunda experiencia con Alfredo Arias, ¡ya no soy la nueva! 

–En cierto punto, la Nancy de El aire alrededor, la maestra de ¿Cómo vuelvo? y la mujer de El porvenir, dialogan como si las costumbres extrañadas fueran un paisaje posible. ¿Qué le interesa de la realidad a la hora de construir sus personajes o de elegir en qué trabajos se va a involucrar?
–¿Usted vio todo esto que me nombra? Nancy, la maestra, la mujer de El porvenir… Me encanta, porque nos fuimos… Nancy es… Uf… Cuánto adoramos El aire alrededor

(Pausa; El aire alrededor es una pieza de Mariana Obersztern sobre la vida de Mónica Mabel Martínez, una mujer pampeana que tiene una propia para contar: la suya)

–Por un lado, yo trabajo con Diego. Tenemos nuestra compañía de teatro, Flor de un día, y por ahí la semillita del proyecto, el primer puntapié de qué trabajar o la idea, quizás la llevo yo y después, si concretamente nos interesa, eso sigue su camino. Hicimos ya cuatro cosas juntos y tenemos pensado hacer una más para el año que viene, una nueva. Qué fortuna es elegir un material para trabajar que uno siente que lo expresa, y que además, también, va la gente a verlo. Es como que se completara…

(Pausa)

Me hace sentir muy satisfecha. Imagínese que es muy difícil trabajar en lo que a uno le gusta, poder concretar estos proyectos, y nosotros lo hemos podido hacer, y siempre nos puso muy contentos eso. La nuestra es una manera muy concreta de elegir los materiales que queremos trabajar. Pero después están las otras obras donde soy convocada y ahí aparece esa pregunta: cómo elijo formar parte de esos proyectos. Por ejemplo yo soy fanática de El hombre que perdió su sombra, y me sorprendió un montón que me llamara Eleonora Comelli para trabajar en El porvenir… Vio que a veces una tiene fantasías con ser convocada por cierto director o directora, y lo de Eleonora no se me había ocurrido nunca. Menos con el Ballet Contemporáneo. Me pareció muy arriesgado. Le dije que sí inmediatamente. Después nos juntamos y vio cómo es esa la cabecita loca y caótica de los directores. Bueno, me atraía tanto lo que me contaba Eleonora, lo de estas mujeres que quieren imponerse a su futuro, y el mundo musical de Zypce, y los bailarines… Claro que me costó, porque fue un mes de ensayo y entrar a una estructura de trabajo muy diferente. Pero bueno, después todo fluyó durante el mes de funciones como se vio en el escenario…

–Casi que no tuvo tiempo de procesar que había participado en ese espectáculo…
–¡Claro! Y además, al ser la única actriz… Los bailarines no pueden ensayar veinte veces algo. ¡Se mueren! 

–Cuando canta La guinda y está en el centro de la escena, y todas las bailarinas bailan a su alrededor, está todo tan a tempo que…
–Me encantaría ver las obras que hago, ¡pero no puedo porque actúo en ellas! Me pierdo todo… No sé qué están haciendo las bailarinas atrás mío… 

–Hacen lo mismo que hace usted, pero uno se pregunta quién lo hace primero.
–No sé… Una mueve un brazo y ya se siente torpe, porque ellos son tan elegantes para moverse, entonces era muy difícil qué tono encontrarle… 

–¿Es consciente de su imagen? ¿Cómo disocia el fraseo de la mirada?
–A veces no sé si tengo conciencia plena de la imagen.

(Pausa)

–No sé, es difícil. A veces la devolución de la gente sobre algunas imágenes que se ven de las obras… Ahí me doy cuenta que… Cuando dicen porque ahí, en esa imagen... Mentiría si dijera que soy consciente. Primero porque me parecería un poco soberbio, y después porque lo que más me gusta de actuar es estar en el aquí y ahora, en ese momento, cuando estoy ahí. Lo que sí puedo decir es que cuando estoy, estoy, y lo que más trabajo en mí es eso, estar presente. Me parece que es lo más valioso del actor. Y aunque pasen diez años, función tras función, de Nada del amor me produce envidia se me ponga la piel de gallina porque eso está vivo y presente. Es un regalo para mí, estoy segura de que a alguno le llegará. Antes decía uy, cómo será actuar en la Coronado, y ahora que ya actué en ella… Qué loco… Hace unos años me parecía imposible abarcar una sala así, y cuando nos toca actuar en ella sale tan naturalmente… Eso me sorprende.

–¿Se sorprende con usted misma?
–Es que uno a veces no la pasa tan bien. Cuando uno empieza un proyecto nuevo y realmente es una hoja en blanco. Es… angustiante también por momentos…

(Pausa larga; se emociona sinceramente, vaya a saberse por qué) 

–Perdón…
–¡No…! Por favor, faltaba más… No sé lo que estaba diciendo recién. Ah, sí. Uno puede decir en una la pegué, imagínese, me podría haber quedado con la costurera que fue un golazo. Uno no mete tantos goles en la vida. Y si después pasa la hoja y viene algo en blanco, y todas las inseguridades, ay, me voy a repetir, todos esos fantasmas que al menos tengo yo… Realmente uno piensa que a lo mejor no puede, que no sabe cómo se hace… Y después uno resuelve, encuentra la forma, hay todo un equipo… Soy lenta en los procesos. Me gusta también que sea así porque no me gusta saber de entrada qué voy a hacer con el personaje y con el material. Y ahora que Happyland ya está montada, estoy como muy deseosa de llegar a la sala porque sé que ahí va a cambiar todo de vuelta. Ese vértigo es necesario en un trabajo como el nuestro. Creo que la obra será muy impactante, y me gusta muchísimo lo que le trae Charito a todo ese mundo. Le diría que es el personaje más humano, porque aunque está muy cerca, está muy lejos del poder. Es una perdedora nata, y una se identifica mucho con los perdedores. 

–Es su segunda participación en un espectáculo dirigido por Alfredo Arias. ¿Cómo evalúa trabajar con él? ¿Qué lo distingue a Alfredo Arias del panorama teatral de hoy en día, aquí?
–No hay dos Alfredo Arias. Es él y su mundo. Tiene un sello propio. Y su forma de montar una obra es irrepetible, con un grado de minuciosidad y de detalle… Cuando empezamos a ensayar, los actores tenemos que tener el texto completamente sabido porque Alfredo trabaja una especie de boceto coreográfico de la obra, y no quiero exagerar, pero a los cuatro días de ensayos ya teníamos cincuenta minutos de la obra montados. Es de una intensidad increíble, uno dice que no podrá incorporar tanta información, pero él ofrece un material que se va acumula y se asimila, y eso que al principio eran desplazamientos coreográficos se van llenando de vida. Al principio todo parece distanciado, pero después se empieza a unir y lo físico toma forma, cuerpo, significado, y entonces nos detenemos y reflexionamos sobre lo que nos conviene hacer. Todos los movimientos que nosotros hacemos en el escenario no están librados al azar. Cada brazo que se levanta, cada mano, fue coreografiado por él, y eso no me canso nunca de verlo porque a medida que decimos el texto y él dibuja en el espacio y después diseñamos juntos el dibujo y el actor lo termina haciendo suyo. Happyland será otra obra que me gustaría ver, ¡y no voy a poder!

–Lleva un gran camino recorrido, y por cierto también muy exitoso. ¿Cómo encuentra su profesión, ahora?¿Qué le gustaría hacer, se plantea desafíos?
–Yo me siento privilegiada. No solo por tener trabajo, sino también por tener trabajo en esta profesión. Yo también doy clases de entrenamiento vocal, algo que hago en paralelo. Pero lo que pasa es que nosotros nunca sabemos lo que va a pasar mañana, nuestro porvenir es muy inestable, entonces no tenemos la vaca atada. Pero bueno, ya estoy un poco acostumbrada a ese asunto. La docencia es algo más estable pero tampoco es que yo sea una institución, soy una maestra que da clases particulares. Pero eso me pone contenta. Estoy muy contenta. Y agradecida. Me gustan las elecciones que hago y por suerte tengo lindas oportunidades. No sé, me siento agradecida. 

(Y se vuelve a emocionar)

 

 

 

+ info de HAPPYLAND

INFORMACIÓN IMPORTANTE PARA EL DÍA DE LA VISITA: