24 EXPOSICIONES

Una construcción entre imágenes y palabras a lo largo del tiempo

MUESTRA 5/

El reencuadre

Las fotografías nunca están solas. Siempre vibran en ellas ecos, algunas veces distantes, otras muy próximos, de otras imágenes. Diálogos hipotéticos, inventados, pero no por ello menos tangibles que la relación indeclinable que toda fotografía tiene con aquello que sucedió frente a la cámara. Una conversación infinita que ocurre permanentemente, desde la promiscua contigüidad secuencial del rollo fotográfico al destierro en una pared semi habitada, las fotografías siempre hablan entre sí, aún en la oscuridad. 

Louise Lawler
WAR IS TERROR, 2001/2003
Silver dye bleach print
76.2 x 65.4 cm
Cortesía de la artista y Metro Pictures, New York

La quinta toma de este rollo fotográfico, titulado veinticuatro exposiciones, refleja el espacio íntimo de una habitación sencilla en cuya pared cuelga una fotografía enmarcada que Julia Margaret Cameron le realizó a su sobrina, Julia Jackson, aproximadamente en 1867. Un retrato que, a primera vista, resulta fácil confundir con aquel célebre que tres décadas y media más tarde le tomaron a la hija de Jackson, Virgina Woolf. Reencuadrado por la tela que también cuelga de la pared sobre la cual se superpone, el rostro de perfil de Julia Jackson reenmarca, a su vez, la fotografía de Louise Lawler. Deslizamientos progresivos de una capa sobre otra capa sobre otra capa; de una imagen sobre una imagen sobre otra imagen; de un rostro en una fotografía de otro rostro. 

Las fotografías de Lawler buscan trazar siempre esos linajes, esas trayectorias de las obras. Recorren sus caminos mucho tiempo después que ellas abandonaron al artista que las trajo al mundo de las cosas. Las persigue en las colecciones a las que fueron a parar, las documenta en los depósitos en donde duermen, las fotografía en las subastas donde son rematadas. Documenta el colecho al que son enlazadas en museos y las retrata en las mansiones donde son exhibidas como trofeos de conquistas. Reencuadra en los contextos de esas obras, en sus usos, en sus relaciones, en su vida privada, en su comodificada vida erótica. Desfetichiza con el aparato más fetichizante jamás inventado: la cámara fotográfica. 

WAR IS TERROR es un ejemplo extraño de esta labor detectivesca. Desde el título -proclamado en mayúsculas y que reenfoca con su juego de palabras en la “War on Terror” lanzada por la administración Bush en 2001, revistada a través de los manifiestos pacifistas y feministas de Woolf- hasta  la discreción de ese interior, de la cama hecha, de esa tela sobre la pared y esa fotografía de la cual ni sabemos si es un original o una reproducción arrancada de un libro. Pero aún así aislada en lo que podría ser una casa perdida en la campiña francesa, ese retrato de Cameron dentro de esa fotografía de Lawler sigue reverberando, trayendo consigo los fantasmas de las otras imágenes que la habitan, de las guerras, las luchas, de las novelas que la surcan. Cual Orlando, fluye y se transforma, ella y el mundo. Mientras Lawler, de la misma manera que Jackson y Woolf en sus retratos, mira hacia los costados, hacia todas esas fotografías, todos esos fetiches encandenados de ayer y mañana. 

Ariel Authier

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