24 EXPOSICIONES

Una construcción entre imágenes y palabras a lo largo del tiempo

MUESTRA 11/

La oportunidad de mirar

“… Hubo un tiempo, hace mucho tiempo, en que nadie miraba… 
No es que no tuvieran ojos los hombres y mujeres que se caminaban estas tierras. 
Tenían de por sí, pero no miraban. Los dioses primeros, los más grandes, nacieron el mundo, pero no dejaron claro el para qué o el porqué de cada cosa. Y una de estas cosas eran los ojos. 
¿Acaso habían dejado dicho los dioses que los ojos eran para mirar? No pues. 
Y entonces ahí se andaban los primeros hombres y mujeres caminando a los tumbos, dándose golpes y caídas, chocándose entre ellos y agarrando cosas que no querían y dejando de tomar cosas que sí querían. Así como de por sí hace mucha gente ahora, que toma lo que no quiere y le hace daño, y deja de agarrar lo que necesita y le hace mejor, que anda tropezándose y chocando unos con otros. 
O sea que los hombres y mujeres primeros sí tenían ojos, sí pues, pero no miraban. Y muchos y muy variados eran los tipos de ojos que tenían los más primeros hombres y mujeres. Los había de todos los colores y de todos los tamaños, los había de diferentes formas. Había ojos redondos, rasgados, ovalados, chicos, grandes, medianos, negros, azules, amarillos, verdes, marrones, rojos y blancos. Sí, muchos ojos, dos en cada hombre y mujer primeros, pero no miraban. 
Y así se hubiera seguido todo hasta nuestros días si no es porque una vez pasó algo. Resulta que estaban los dioses primeros, los que nacieron el mundo, los más grandes, haciendo una bailadera porque agosto era, pues, mes de memoria y de mañana, cuando unos hombres y mujeres que no miraban se fueron a dar a donde estaban los dioses en su fiesta y ahí nomás se chocaron con los dioses y unos fueron a dar contra la marimba y la tumbaron y entonces la fiesta se hizo puro escándalo y se paró la música y se paró el canto y pues también el baile se detuvo y gran relajo se hizo y los dioses primeros de un lado a otro tratando de ver por qué se detuvo la fiesta y los hombres y mujeres que no miraban se seguían tropezando y chocando entre ellos y con los dioses. Y así se pasaron un buen rato, entre choques, caídas, mentadas y maldiciones. 
Ya por fin al rato como que se dieron cuenta los dioses más grandes que todo el desbarajuste se había hecho cuando llegaron esos hombres y mujeres. Y entonces los juntaron y les hablaron y les preguntaron si acaso no miraban por dónde caminaban. Y entonces los hombres y mujeres más primeros no se miraron porque de por sí no miraban, pero preguntaron qué cosa es “mirar”. Y entonces los dioses que nacieron el mundo se dieron cuenta de que no les habían dejado claro para qué servían los ojos, o sea cuál era su razón de ser, su por qué y su para qué de los ojos. Y entonces explicaron los dioses más grandes a los hombres y mujeres primeros qué cosa era mirar, y los enseñaron a mirar. 
Así aprendieron estos hombres y mujeres que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarle, ni pasarle encima, ni tropezarlo. 
Supieron también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón. 
Porque no siempre el corazón habla con las palabras que nacen los labios. 
Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos él habla. 
También aprendieron a mirar a quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros. 
Y supieron mirar a los otros que los miran mirar. 
Y todas estas miradas aprendieron los primeros hombres y mujeres. Y la más importante que aprendieron es la mirada que se mira a sí misma y se sabe y se conoce, la mirada que se mira a sí misma mirando y mirándose, que mira caminos y mira mañanas que no  han nacido todavía, caminos aún por andarse y madrugadas por parirse.”

Adaptación del cuento “La historia de las miradas” del libro Los Otros Cuentos, relatos del subcomandante Marcos.

 

Quizás más allá de la veracidad de este relato folclórico mexicano lo interesante es que para no chocarte con el otro, para no lastimarte ni lastimar, para no llevarte nada puesto, para no tomar lo que no es tuyo, para bailar tranquilo y tener la fiesta en paz, hay que decidir mirar lo que tenés delante.
Y lo que hay delante, de acuerdo con la Biblia en el Deuteronomio 11:26 es bendición y maldición. Hermosa metáfora para decirnos que lo que vemos no es unívoco, que mirar es juzgar y decir qué es lo que estamos viendo; logros o fracasos, paz o turbulencia, conquista o tragedia.
"Mira, hoy pongo delante de ti la bendición y la maldición". Ese fue el mensaje insistente de Moisés al final de sus días.

La mirada hacia delante nos sitúa en el por -venir. Lo que vendrá… está delante de ti.
¿Para qué sirve mirar?… para aprender a elegir qué hacer con lo que tenemos delante.
Cómo percibís, cómo querés seguir caminando.
Y eso depende de tus ojos. De no cerrarlos. Ni hacer la vista gorda.
El escritor coreano Byung Chul Han trae una metáfora interesante: habla de la diferencia entre la peregrinación y el turismo. Las peregrinaciones son modos de ir hacia un destino; son parte de un ritual, una tradición, con memoria, con identidad, hay un grupo de gente que va mancomunadamente a cierto lugar con un objetivo.
El turismo en cambio es ese modo de estar sin estar. Picotear un lugar al que no volverás, de donde publicarás alguna imagen y correrás para alcanzar a hacer todo lo que te recomendaron, desfilando sin detenerte ni un instante… y ya. Y con eso creemos que conocemos. Y sumamos millas…kilómetros… vaya a saber qué sumamos en esa suma…

Y volvemos al texto bíblico: Mirá. Delante de vos, el encanto o el espanto.
Date tiempo para diferenciarlo.
Date silencios para meditarlo.
Mirá.
Nadie puede mirar por vos.
Nadie puede decidir cómo es la realidad que tenés ante tus ojos, por vos.
Nadie tiene derecho a forzarte la mirada, y por tanto, tu decisiones, tus acciones, tus vínculos, tu libertad.
Mirá.
Hacia adelante.
Aunque a veces sientas que no tenés a dónde ir.
Que ya no vale la pena.
Mirá.
Delante de cada uno, hay encanto y espanto.

Que este tiempo de dificultad nos habilite la profundidad. 

Silvina Chemen

La Rabina Silvina Chemen recibió su ordenación del Seminario Rabínico Latinoamericano. Graduada en Lengua hebrea y Biblia en Mijlelet Shazar y Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Fue docente de la red escolar judía, en diversas asignaturas y directora de la escuela secundaria Amos. Ha servido en comunidades de Buenos Aires como educadora judía, oficiante litúrgica y asistente rabínico. Ha dado cursos y conferencias en diversos países: Uruguay, Inglaterra, Francia, Italia y Estados Unidos. Como Licenciada en Comunicación ha participado en la publicación de materiales para programas del Ministerio de Salud, de Acción Social, UNESCO, UNICEF, como así también ha desarrollado numerosos proyectos educativos para adolescentes; Discriminación y Derechos Humanos, Cultura del Cuidado y Resiliencia Social a lo largo de todo el país. Es co-autora de la Muestras Gráficas Itinerantes: "Los jóvenes y sus derechos" y "De la dictadura a la democracia, la vigencia de los derechos humanos". Actualmente es Rabina en la comunidad Bet El junto al Rabino Daniel Goldman.

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